Desaparición del Amazonas por Calentamiento Global
En el Día Mundial del Medio Ambiente Grave advertencia de un Nobel sobre la Amazonia Mario Molina, alertó sobre la posibilidad de que el calentamiento global lleve a la desaparición del llamado pulmón
El mexicano Mario Molina, premio Nobel de Química en 1995 y parte del grupo de científicos que descubrieron el gran agujero sobre la capa de ozono, advirtió esta semana que los principales gobiernos mundiales "no se están tomando en serio" el calentamiento del planeta, problema que, de no controlarse, podría llevar a "sequías e inundaciones más acentuadas, aumento de los incendios forestales” e incluso a la desaparición de la Amazonia.
A su juicio, la medida más directa y fácil para revertir el posible panorama es aplicar un impuesto "generalizado" sobre las emisiones de dióxido de carbono, aunque también hay otras formas más modestas como el empleo de luces fluorescentes -en lugar de incandescentes-, aumentar el aislamiento de las viviendas que se construyen o mejorar la combustión de los automóviles.
De cumplirse las predicciones del Nobel, el bosque tropical más extenso del mundo, su biodiversidad, riqueza hídrica y cultural quedarían en la historia, mientras las consecuencias para la humanidad serían incalculables.
Lo cierto es que desde ya la ciencia está mostrando qué pasa cuando se destruyen los ecosistemas amazónicos. Un nuevo estudio publicado en la revista Science sugiere que la destrucción de las selvas tropicales está teniendo un impacto mayor en su medio ambiente circundante que lo que se pensaba: la fuerte deforestación en Brasil está haciendo que las palmas produzcan semillas más débiles, con pocas probabilidades de germinar. Los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España creen que estos árboles han evolucionado de esta forma porque las aves que tenían picos suficientemente grandes como para romper semillas más fuertes han desaparecido de las áreas afectadas y han sido reemplazadas por especies más pequeñas.
Otro aspecto que destaca el estudio es que precisamente el cambio climático podría empeorar aún más la probabilidad de supervivencia de estas semillas, ya que las proyecciones de los expertos auguran una selva tropical más cálida y seca.
En Colombia, la pérdida de los ecosistemas en la región amazónica es una realidad. De acuerdo a la última versión del Índice Amazonas 2030, que mide de 0 a 100 (siendo 0 el peor escenario y 100 el mejor) el estado actual de los departamentos de la región, Caquetá, Guainía, Guaviare, Meta, Nariño, Putumayo, Vaupés y Vichada califican con menos de 50 puntos en cuanto la protección de sus ecosistemas por factores como deforestación, minería, construcción de carreteras y uso de las áreas de bosque para otros fines como agricultura y ganadería.
Tal vez el escenario más complejo lo tiene Putumayo, departamento que obtuvo 15,16 puntos en transformación de sus ecosistemas. Al respecto, Javier Caijao, coordinador de Amazonas 2030, si bien es cierto que los resultados muestran unos ecosistemas desprotegidos, la realidad también es que no hay información suficiente para mostrar un panorama completo de estas zonas, razón por la cual la situación parece más grave para departamentos como Putumayo, aspecto que sirve para llamar la atención al Gobierno sobre la necesidad de tener cifras más constantes sobre temas como la deforestación.
Una Amazonia deforestada
La deforestación es tal vez la presión más difícil que enfrenta la región. Según cifras del Ideam, la selva amazónica colombiana perdió entre el 2005 y el 2010 el 1% de sus bosques.
Del monstruo de la tala se salvan, por suerte, los sitios sagrados indígenas, ya que la pérdida de bosque en las áreas de reserva forestal de la Amazonia es superior (0.8%) a la pérdida en territorios indígenas (0,5%), que corresponden a 3.193 kilómetros cuadrados del total de la región.
La situación sigue la misma línea en todos los países que tienen el privilegio de tener porciones de esta selva. La Red Amazónica de Información Sociambiental Georreferenciada (Raisg) publicó el Atlas "Amazonía bajo presión" y reveló que entre 2000 y 2010 se suprimieron cerca de 240.000 km2 de bosque amazónico de los nueve países que la poseen, el equivalente al doble de la Amazonía ecuatoriana o al territorio completo del Reino Unido.
Según el informe, si amenazas carreteras, producción de hidrocarburos, minería o hidroeléctricas continúan en el futuro cercano, en 2050 podría desaparecer hasta la mitad del bosque amazónico actual.
Agua: un recurso olvidado
Según un último informe del Instituto Sinchi, encargado de velar por la protección de la Amazonia colombiana, en la actualidad el 90% de los municipios de la región no tienen agua potable ni ningún servicio de acueducto para proveerla. Además, del 100% de la Amazonía se conoce sólo el 10% de sus ecosistemas acuáticos.
Luz Marina Mantilla, directora del Sinchi, pese a que la cuenca del río Amazonas es una de las más grandes del mundo, “resulta paradójico que muy pocos puedan acceder al agua”. A Mantilla también le preocupa la problemática de la sobrepesca: “los pueblos y comunidades de la región y gente de afuera esta explotando el recurso desmesuradamente y especies como el bagre cada vez son más escasas”, por eso, dice que se necesita más información sobre cómo deben ser las dinámicas de pesca y la protección de los ríos para que haya seguridad hídrica y alimentaria.
De fondo, cuenta que el problema está en que hay poca información para las personas que habitan en las zonas más lejanas: “tenemos que darle a estas personas una forma más pedagógica de entender le país, la geografía y su diversidad. Ellos tiene que entender que lo que pasa es otras zonas es distinto a lo que pasa en la Amazonia. Aquí hay regímenes distintos del agua que tienen que ser explorados y difundidos”. A esto, concluye, se suma la presencia de la minería ilegal y el uso de metales como mercurio para extraer oro, que contaminan las aguas de indígenas, campesinos y habitantes de ciudades importantes.
Por: Redacción Vivir del mundo, del que Colombia tiene parte.
Correo enviado por: fernando Palau <ferchopalau@gmail.com
El mexicano Mario Molina, premio Nobel de Química en 1995 y parte del grupo de científicos que descubrieron el gran agujero sobre la capa de ozono, advirtió esta semana que los principales gobiernos mundiales "no se están tomando en serio" el calentamiento del planeta, problema que, de no controlarse, podría llevar a "sequías e inundaciones más acentuadas, aumento de los incendios forestales” e incluso a la desaparición de la Amazonia.
A su juicio, la medida más directa y fácil para revertir el posible panorama es aplicar un impuesto "generalizado" sobre las emisiones de dióxido de carbono, aunque también hay otras formas más modestas como el empleo de luces fluorescentes -en lugar de incandescentes-, aumentar el aislamiento de las viviendas que se construyen o mejorar la combustión de los automóviles.
De cumplirse las predicciones del Nobel, el bosque tropical más extenso del mundo, su biodiversidad, riqueza hídrica y cultural quedarían en la historia, mientras las consecuencias para la humanidad serían incalculables.
Lo cierto es que desde ya la ciencia está mostrando qué pasa cuando se destruyen los ecosistemas amazónicos. Un nuevo estudio publicado en la revista Science sugiere que la destrucción de las selvas tropicales está teniendo un impacto mayor en su medio ambiente circundante que lo que se pensaba: la fuerte deforestación en Brasil está haciendo que las palmas produzcan semillas más débiles, con pocas probabilidades de germinar. Los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España creen que estos árboles han evolucionado de esta forma porque las aves que tenían picos suficientemente grandes como para romper semillas más fuertes han desaparecido de las áreas afectadas y han sido reemplazadas por especies más pequeñas.
Otro aspecto que destaca el estudio es que precisamente el cambio climático podría empeorar aún más la probabilidad de supervivencia de estas semillas, ya que las proyecciones de los expertos auguran una selva tropical más cálida y seca.
En Colombia, la pérdida de los ecosistemas en la región amazónica es una realidad. De acuerdo a la última versión del Índice Amazonas 2030, que mide de 0 a 100 (siendo 0 el peor escenario y 100 el mejor) el estado actual de los departamentos de la región, Caquetá, Guainía, Guaviare, Meta, Nariño, Putumayo, Vaupés y Vichada califican con menos de 50 puntos en cuanto la protección de sus ecosistemas por factores como deforestación, minería, construcción de carreteras y uso de las áreas de bosque para otros fines como agricultura y ganadería.
Tal vez el escenario más complejo lo tiene Putumayo, departamento que obtuvo 15,16 puntos en transformación de sus ecosistemas. Al respecto, Javier Caijao, coordinador de Amazonas 2030, si bien es cierto que los resultados muestran unos ecosistemas desprotegidos, la realidad también es que no hay información suficiente para mostrar un panorama completo de estas zonas, razón por la cual la situación parece más grave para departamentos como Putumayo, aspecto que sirve para llamar la atención al Gobierno sobre la necesidad de tener cifras más constantes sobre temas como la deforestación.
Una Amazonia deforestada
La deforestación es tal vez la presión más difícil que enfrenta la región. Según cifras del Ideam, la selva amazónica colombiana perdió entre el 2005 y el 2010 el 1% de sus bosques.
Del monstruo de la tala se salvan, por suerte, los sitios sagrados indígenas, ya que la pérdida de bosque en las áreas de reserva forestal de la Amazonia es superior (0.8%) a la pérdida en territorios indígenas (0,5%), que corresponden a 3.193 kilómetros cuadrados del total de la región.
La situación sigue la misma línea en todos los países que tienen el privilegio de tener porciones de esta selva. La Red Amazónica de Información Sociambiental Georreferenciada (Raisg) publicó el Atlas "Amazonía bajo presión" y reveló que entre 2000 y 2010 se suprimieron cerca de 240.000 km2 de bosque amazónico de los nueve países que la poseen, el equivalente al doble de la Amazonía ecuatoriana o al territorio completo del Reino Unido.
Según el informe, si amenazas carreteras, producción de hidrocarburos, minería o hidroeléctricas continúan en el futuro cercano, en 2050 podría desaparecer hasta la mitad del bosque amazónico actual.
Agua: un recurso olvidado
Según un último informe del Instituto Sinchi, encargado de velar por la protección de la Amazonia colombiana, en la actualidad el 90% de los municipios de la región no tienen agua potable ni ningún servicio de acueducto para proveerla. Además, del 100% de la Amazonía se conoce sólo el 10% de sus ecosistemas acuáticos.
Luz Marina Mantilla, directora del Sinchi, pese a que la cuenca del río Amazonas es una de las más grandes del mundo, “resulta paradójico que muy pocos puedan acceder al agua”. A Mantilla también le preocupa la problemática de la sobrepesca: “los pueblos y comunidades de la región y gente de afuera esta explotando el recurso desmesuradamente y especies como el bagre cada vez son más escasas”, por eso, dice que se necesita más información sobre cómo deben ser las dinámicas de pesca y la protección de los ríos para que haya seguridad hídrica y alimentaria.
De fondo, cuenta que el problema está en que hay poca información para las personas que habitan en las zonas más lejanas: “tenemos que darle a estas personas una forma más pedagógica de entender le país, la geografía y su diversidad. Ellos tiene que entender que lo que pasa es otras zonas es distinto a lo que pasa en la Amazonia. Aquí hay regímenes distintos del agua que tienen que ser explorados y difundidos”. A esto, concluye, se suma la presencia de la minería ilegal y el uso de metales como mercurio para extraer oro, que contaminan las aguas de indígenas, campesinos y habitantes de ciudades importantes.
Por: Redacción Vivir del mundo, del que Colombia tiene parte.
Correo enviado por: fernando Palau <ferchopalau@gmail.com
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