Rechazo a Carta de Premios Novel en apoyo a los cultivos transgénicos
La UCCSN-AL Frente a la carta de un grupo de premios Nobel en apoyo a los
cultivos transgénicos
22 agosto, 2016
La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de
América andresLatina (UCCSN-AL) rechaza la carta firmada por varios Premio
Nobel, a favor de los cultivos transgénicos y del arroz transgénico
llamado “arroz dorado”.
Sobre los cultivos transgénicos
La UCCSN-AL reafirma los principios bajo los cuales se conformó:
[la transgénesis] es una tecnología que ya no forma parte del estado del
arte de la ciencia actual, porque está basada en supuestos falaces y
anacrónicos que reducen y simplifican la lógica científica que los
defiende, al punto de no ser ya válida. Los transgénicos han quedado al
margen de la ciencia más rigurosa. Al mismo tiempo, es la razón por la
cual los transgénicos incluyen la necesidad de destruir las matrices
complejas, como la de los pueblos originarios. Un verdadero plan de
exterminio de saberes, culturas y pueblos. La tecnología transgénica es el
instrumento de la decisión geopolítica para la dominación colonial de
estos tiempos (1).
Sobre el aumento de la productividad para alimentar a una población creciente
Los cuatro cultivos transgénicos que se comercializan de manera masiva
están mayoritariamente destinados a la producción de agrocombustibles y de
piensos para las industrias avícola, porcícola y cría de ganado vacuno,
actividad que consume más del 65% del maíz y la soya transgénica que se
produce en los pocos países que los cultivan, una forma muy ineficiente
-desde el punto de vista energético- de producción agrícola. En torno a
estos cultivos se han consolidado un oligopolio de corporaciones
transnacionales que controlan la producción de semillas y granos, acopio,
transporte y comercialización de commodities transgénicos; así como la
producción masiva de animales, que son negocios cada vez más concentrados
en menos manos. En este sentido, es claro que este modelo no contribuye
con el objetivo de alimentar al mundo, sino que por el contrario compite y
avasalla la producción de alimentos.
Por otro lado, el problema de falta de alimentos no está relacionado con
la baja producción, sino con la forma en cómo está diseñado el sistema
agroalimentario mundial, que ha minado los sistemas tradicionales de
producción de alimentos, y con ello, la soberanía alimentaria y
nutricional de los pueblos.
Los cultivos transgénicos no tienen mayores rendimientos
Están en entredicho las promesas hechas por los promotores de los
transgénicos, de que estos cultivos tendrían mayores rendimientos. Cada
uno de los países del Cono Sur donde se cultiva soja transgénica tiene
rendimientos diferentes, siendo los más altos aquellos que se registran en
Brasil y Argentina, donde los centros de investigación agrícola nacionales
han dedicado muchos años al mejoramiento genético convencional de este
cultivo. Por otro lado, los rendimientos de la soja en Ecuador, país libre
de transgénicos, son más altos que en Bolivia y Paraguay (2). Otro ejemplo
es el de la canola o colza. En Canadá́, (donde se cultiva
mayoritariamente semillas transgénica), los rendimientos promedios entre
1986 y 2010 fueron de 1,459 kg/ha. El promedio en Europa Occidental, donde
se siembra sólo colza convencional, los rendimientos promedio en el mismo
período fueron de 3,188 kg/ha.
Estos datos indican que los rendimientos no están en función de la
transgénesis, ya que los agroecosistemas son complejos y en sus dinámicas
intervienen e interactúan múltiples factores.
Impactos en la salud
Los científicos que defienden la seguridad de los transgénicos sostienen
que se ha encontrado consistentemente que éstos son tan o más seguros que
los cultivos obtenidos con cualquier otro método de mejoramiento; que no
producen impactos ambientales y que incrementan la biodiversidad global.
Pese a ser repetidamente invocadas por los promotores de los transgénicos,
estas afirmaciones no cuentan con el respaldo de investigaciones
científicas serias, las cuales, por otra parte, nunca son citadas. En
contraste con ello, en los últimos años han aumentado las evidencias
científicas sustentadas en investigaciones realizadas por científicos
independientes sobre los problemas ambientales y en la salud humana que
entrañan tanto las prácticas de cultivo como el consumo de alimentos
transgénicos (3).
En el análisis de los cultivos transgénicos no podemos dejar de considerar
al paquete tecnológico al que vienen indisolublemente asociados estos
cultivos. La mayoría de cultivos transgénicos son resistentes a
herbicidas, y principalmente al cuestionado glifosato. En América Latina-
-la región con mayor crecimiento del área sembrada con cultivos
transgénicos-, los impactos que viven las comunidades asentadas en las
zonas de influencia de estos es indudable.
En la última década, estas poblaciones han visto como su salud se ha
deprimido, han aumentado notablemente los casos de cáncer, malformaciones
congénitas, daños genéticos, enfermedades autoinmunes y otros daños a la
salud asociados a los insumos y las prácticas que integran el paquete
tecnológico con el que se siembran las semillas transgénicas. Resulta
claro que para evaluar los impactos de esta tecnología es imposible
analizar aisladamente a la semilla transgénica, cuya principal
modificación genética es, por ejemplo, hacerla resistente a un herbicida.
En el medio ambiente se ha evidenciado que los cuerpos de agua están
contaminados, han declinado las poblaciones de especies polinizadoras, así
como otras especies benéficas que aseguran la salud de los suelos y la
biodiversidad local.
Además, hay millones de hectáreas sembradas con semillas transgénicas que
contienen un gen que les permite sintetizar la toxina Bt, un insecticida
que se produce en la planta transgénica, incorporado para controlar larvas
de algunas lepidópteras que comen los cultivos. Sin embargo se ha
demostrado que esta toxina afecta indiscriminadamente a diversas especies
de insectos diezmando la biodiversidad y que podría producir daños en la
salud humana de quienes están en contacto con éstos (4).
Cada día hay mayores evidencias médicas, científicas y agronómicas que
demuestran los impactos, los riesgos e incertidumbres de este modelo
irracional de producción, tanto para la salud de los trabajadores rurales,
campesinos y campesinas, como para los habitantes de estas zonas rurales y
los consumidores de alimentos producidos con esta tecnología.
Sobre el arroz dorado
El arroz dorado ha sido diseñado, junto con otros cultivos llamados
“biofortificados”, como un medicamento genérico para niños desnutridos de
“países pobres”. En el arroz dorado se usó una forma de manipulación
genética múltiple, que podría afectar varias funciones de la planta.
Varios autores han formulado críticas a esta tecnología (5) en el arroz
dorado, que además no se encuentra disponible debido a que quienes la
promueven no han logrado llegar a una formulación viable para distribuir.
Aquí queremos abordar otras inquietudes.
Los problemas nutricionales de la población no están relacionados con la
falta de un nutriente específico (en este caso la provitamina A), sino con
las condiciones generales de pobreza y la pérdida de soberanía
alimentaria, lo que ha obligado a miles de comunidades campesinas a
abandonar sus tierras o subordinarse a los monocultivos impuestos por los
agronegocios – cuya única prioridad es satisfacer las necesidades voraces
de incrementar las ganancias de la agricultura agroindustrial y de la
agroexportación- restando terreno a la producción de alimentos sanos y
nutritivos. Creer que los problemas de desnutrición se van a superar con
alimentos transgénicos biofortificados, es ignorar esta realidad.
Para suplir la demanda de arroz dorado, se tendrían que incorporar
millones de hectáreas adicionales de tierras en zonas tropicales y
subtropicales al cultivo del “arroz dorado”, avanzando sobre territorios
que hoy están destinados a la producción de cultivos para la soberanía
alimentaria, que pasarían a sufrir los problemas típicos asociados a la
siembra de grandes monocultivos. Además, centenas de especies de plantas
contienen pro-vitamina A, que desde hace mucho tiempo son conocidas,
recolectadas y/o cultivadas por comunidades campesinas en todo el mundo.
Cada pueblo puede y debe soberanamente seleccionar que especies va a
consumir, de acuerdo a sus complejos conocimientos, preferencias y
tradiciones, para cubrir las necesidades nutricionales.
Cabe entonces preguntarnos: ¿quién se beneficiaría si se impusiera esta
nueva gran demanda de arroz dorado? Como otros cultivos transgénicos, el
arroz dorado estará también controlado por las grandes empresas de
agronegocios. El “esquema nutricional” basado en el arroz dorado implicará
la presencia empresarial en toda la cadena, desde la semilla hasta su
distribución final. Empezando por la semilla; dado que la tendencia global
es prohibir que los campesinos guarden sus semillas, aunque el arroz
dorado fuera distribuido sin cobrar patentes, esta sería controlada
corporativamente, que a cambio podría demandar protección de su propiedad
intelectual en todos los otros cultivos y variedades, como ya lo ha hecho
en países donde las regulaciones no se la garantizan. ¿Qué pasaría
entonces con los productores de arroz tradicional y con las miles de
variedades de arroz criollo y tradicional?
En cuanto a la comercialización, en muchos países, los productores de
arroz no tienen ninguna influencia en la fijación de precios. El precio es
fijado por los grupos de poder local que controlan la transformación y
distribución de este alimento; y a nivel internacional, el precio se
establece en las bolsas de Bangkok y Chicago. Por consiguiente, el arroz
dorado no generará soberanía alimentaria sino que, por el contrario
incrementará la dependencia.
Se alentará el comercio internacional de arroz dorado, que estará
controlado por los mismos grupos económicos que controlan otras
commodities transgénicas.
Todo el dinero que se invertiría en la promoción e implementación de
cultivos de “arroz dorado” en el mundo, en la importación de sus semillas
o del mismo arroz, podría ser usado en la promoción de cultivos
diversificados destinados a promover y consolidar la soberanía alimentaria
y nutricional local y regional, así como en la recuperación y adopción de
hábitos alimentarios saludables.
¿Es el criterio de un Premio Nobel irrefutable?
La ciencia que promueven estos premios Nobel se ha desarrollado en un
contexto en el que hegemoniza una tecnociencia reduccionista, que se
desarrolla sin el debido control social, cuyos impactos contribuyen a
crear problemas ambientales y de salud, con alcances muchas veces
catastróficos e irreversibles.
Aunque formalmente el premio Nobel tiene como objetivo reconocer y
recompensar a personas que han realizado investigaciones sobresalientes,
inventado técnicas o equipamiento revolucionario, o hayan hecho
contribuciones notables a la sociedad, en las áreas de la medicina y
fisiología (al igual que en otros campos), lo que ha apoyado finalmente es
un tipo de investigación científica que ha facilitado un mayor control por
parte de las empresas transnacionales de los procesos productivos, la
privatización del conocimiento y de la vida. En el campo de las
biotecnologías, a lo largo de los años este tipo de reconocimiento premió
a olas de innovaciones científicas que condujeron al desarrollo de la
ingeniería genética, en desmedro de tecnologías de aplicación más amplia y
no controladas por oligopolios transnacionales. Varios de ellos son
signatarios de la carta. Sus actividades han sido claves para desarrollar
la industria biotecnológica bajo control de oligopolios corporativos e
incluso varios tienen aún en el presente intereses comerciales en el tema,
sea por empresas en las que participan o por la financiación de sus
investigaciones. Por ejemplo, uno de los promotores de esta carta, Phillip
A. Sharp, es cofundador de Biogen Inc. (ahora Biogen Idec) y de Alnylam
Pharmaceuticals, Inc. (una empresa farmacéutica que desarrolla fármacos
basados en el ARNi), lo cual muestra claramente este conflicto de
intereses al presentar la carta con intereses altruistas.
Esta no es la primera declaración emitida por ganadores del premio Nobel
defendiendo los transgénicos. Hace algunos años, una declaración similar
fue promovida por Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde (Premio
Nobel 1970), quien vio en la biotecnología agrícola una segunda Revolución
Verde, sin hacer ningún análisis crítico de los impactos causados por la
primera.
Anteriormente, el premio Nobel de Fisiología y Medicina fue otorgado a
Paul Hermann Müller, por el descubrimiento del DDT como un veneno de
contacto de alta eficiencia contra muchos artrópodos. Irónicamente, los
dramáticos efectos del DDT en el medio ambiente y en la salud humana
significaron el inicio del trabajo científico y ciudadano contra los
pesticidas, una lucha que todavía continuamos.
Ahora los firmantes de esta carta en defensa de los transgénicos y el
arroz dorado privilegian el paradigma de las corporaciones de que la
uniformidad genética es lo que conviene para elevar la producción. Esto
particularmente grave porque sabemos que la diversidad genética de las
variedades agrícolas es indispensable para enfrentar problemas como el
hambre y es la única alternativa frente al cambio climático.
Nos preguntamos por todo esto, si la opinión de científicos laureados por
el premio Nobel necesariamente es una opinión irrefutable, neutral y
objetiva. Estos antecedentes y la falta de rigurosidad y argumentos
fundados de esta carta muestran que no es así.
———
Como UCCSN-AL creemos que en el proceso de toma de decisiones sobre la
adopción de tecnologías, como las que hacen posible los cultivos
transgénicos, y otras que están surgiendo (por ej. nanotecnología,
biología sintética y geoingeniería), no sólo deben participar los llamados
“científicos de ciencias exactas”, sino que deben incorporar además la
opinión de otros campos del saber, así como la opinión de movimientos
sociales, organizaciones de la sociedad civil, y representantes legítimos
de los diferentes grupos sociales, pues el conocimiento científico y
tecnológico es siempre parte de un proceso social, atravesado por
tensiones, conflictos e intereses. Este nunca es neutral, absoluto ni
definitivo, puesto que siempre es susceptible a cambios y revisiones, por
lo que está sujeto permanentemente al debate.
Por eso manifestamos que el quehacer científico debe desarrollarse de una
manera éticamente responsable y con un claro compromiso con la sociedad y
la naturaleza, lo que nos lleva a rechazar los conceptos vertidos en la
carta y a denunciar el papel ecocida y genocida de la agricultura
industrial de cultivos transgénicos, destacando la necesidad de defender,
promover, y multiplicar los modos de producción de alimentos culturalmente
construidos por los pueblos de nuestra región, y por ello insustituibles a
la hora de garantizar la autonomía, la sustentabilidad ambiental, la
seguridad y la soberanía alimentaria.
1
http://uccsnal.org/documento-constitutivo-de-la-union-de-cientificos-comprometidos-con-la-sociedad-y-la-naturaleza-de-america-latina/
2 IICA. Indicadores 2012
3 Tenemos por ejemplo los estudios hechos por equipos de investigación de
la Universidad Federal de Santa Catarina y Fiocruz en Brasil; Genok en
Noruega, las facultades de Ciencias Médicas en Rosario y en la Universidad
de La Plata, en Argentina; la Universidad de Milán, en Italia; y la
Universidad de Caen, en Francia, por mencionar solo unos pocos.
4 Ver por ejemplo Vazquez et al. (2000). Brazilian Journal of Medical and
Biological Research 33: 147–155. Finamore, et al. (2008). “Intestinal and
Peripheral Immune Response to MON810 Maize Ingestion in Weaning and Old
Mice,” J. Agric. Food Chem. 56 (23): 11533–11539.
5 Ver por ejemplo Stone y Glover (2016). Agric Hum Values. DOI
10.1007/s10460-016-9696-1
http://uccsnal.org/la-uccsn-al-frente-a-la-carta-de-un-grupo-de-premios-nobel-en-apoyo-a-los-cultivos-transgenicos/
cultivos transgénicos
22 agosto, 2016
La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de
América andresLatina (UCCSN-AL) rechaza la carta firmada por varios Premio
Nobel, a favor de los cultivos transgénicos y del arroz transgénico
llamado “arroz dorado”.
Sobre los cultivos transgénicos
La UCCSN-AL reafirma los principios bajo los cuales se conformó:
[la transgénesis] es una tecnología que ya no forma parte del estado del
arte de la ciencia actual, porque está basada en supuestos falaces y
anacrónicos que reducen y simplifican la lógica científica que los
defiende, al punto de no ser ya válida. Los transgénicos han quedado al
margen de la ciencia más rigurosa. Al mismo tiempo, es la razón por la
cual los transgénicos incluyen la necesidad de destruir las matrices
complejas, como la de los pueblos originarios. Un verdadero plan de
exterminio de saberes, culturas y pueblos. La tecnología transgénica es el
instrumento de la decisión geopolítica para la dominación colonial de
estos tiempos (1).
Sobre el aumento de la productividad para alimentar a una población creciente
Los cuatro cultivos transgénicos que se comercializan de manera masiva
están mayoritariamente destinados a la producción de agrocombustibles y de
piensos para las industrias avícola, porcícola y cría de ganado vacuno,
actividad que consume más del 65% del maíz y la soya transgénica que se
produce en los pocos países que los cultivan, una forma muy ineficiente
-desde el punto de vista energético- de producción agrícola. En torno a
estos cultivos se han consolidado un oligopolio de corporaciones
transnacionales que controlan la producción de semillas y granos, acopio,
transporte y comercialización de commodities transgénicos; así como la
producción masiva de animales, que son negocios cada vez más concentrados
en menos manos. En este sentido, es claro que este modelo no contribuye
con el objetivo de alimentar al mundo, sino que por el contrario compite y
avasalla la producción de alimentos.
Por otro lado, el problema de falta de alimentos no está relacionado con
la baja producción, sino con la forma en cómo está diseñado el sistema
agroalimentario mundial, que ha minado los sistemas tradicionales de
producción de alimentos, y con ello, la soberanía alimentaria y
nutricional de los pueblos.
Los cultivos transgénicos no tienen mayores rendimientos
Están en entredicho las promesas hechas por los promotores de los
transgénicos, de que estos cultivos tendrían mayores rendimientos. Cada
uno de los países del Cono Sur donde se cultiva soja transgénica tiene
rendimientos diferentes, siendo los más altos aquellos que se registran en
Brasil y Argentina, donde los centros de investigación agrícola nacionales
han dedicado muchos años al mejoramiento genético convencional de este
cultivo. Por otro lado, los rendimientos de la soja en Ecuador, país libre
de transgénicos, son más altos que en Bolivia y Paraguay (2). Otro ejemplo
es el de la canola o colza. En Canadá́, (donde se cultiva
mayoritariamente semillas transgénica), los rendimientos promedios entre
1986 y 2010 fueron de 1,459 kg/ha. El promedio en Europa Occidental, donde
se siembra sólo colza convencional, los rendimientos promedio en el mismo
período fueron de 3,188 kg/ha.
Estos datos indican que los rendimientos no están en función de la
transgénesis, ya que los agroecosistemas son complejos y en sus dinámicas
intervienen e interactúan múltiples factores.
Impactos en la salud
Los científicos que defienden la seguridad de los transgénicos sostienen
que se ha encontrado consistentemente que éstos son tan o más seguros que
los cultivos obtenidos con cualquier otro método de mejoramiento; que no
producen impactos ambientales y que incrementan la biodiversidad global.
Pese a ser repetidamente invocadas por los promotores de los transgénicos,
estas afirmaciones no cuentan con el respaldo de investigaciones
científicas serias, las cuales, por otra parte, nunca son citadas. En
contraste con ello, en los últimos años han aumentado las evidencias
científicas sustentadas en investigaciones realizadas por científicos
independientes sobre los problemas ambientales y en la salud humana que
entrañan tanto las prácticas de cultivo como el consumo de alimentos
transgénicos (3).
En el análisis de los cultivos transgénicos no podemos dejar de considerar
al paquete tecnológico al que vienen indisolublemente asociados estos
cultivos. La mayoría de cultivos transgénicos son resistentes a
herbicidas, y principalmente al cuestionado glifosato. En América Latina-
-la región con mayor crecimiento del área sembrada con cultivos
transgénicos-, los impactos que viven las comunidades asentadas en las
zonas de influencia de estos es indudable.
En la última década, estas poblaciones han visto como su salud se ha
deprimido, han aumentado notablemente los casos de cáncer, malformaciones
congénitas, daños genéticos, enfermedades autoinmunes y otros daños a la
salud asociados a los insumos y las prácticas que integran el paquete
tecnológico con el que se siembran las semillas transgénicas. Resulta
claro que para evaluar los impactos de esta tecnología es imposible
analizar aisladamente a la semilla transgénica, cuya principal
modificación genética es, por ejemplo, hacerla resistente a un herbicida.
En el medio ambiente se ha evidenciado que los cuerpos de agua están
contaminados, han declinado las poblaciones de especies polinizadoras, así
como otras especies benéficas que aseguran la salud de los suelos y la
biodiversidad local.
Además, hay millones de hectáreas sembradas con semillas transgénicas que
contienen un gen que les permite sintetizar la toxina Bt, un insecticida
que se produce en la planta transgénica, incorporado para controlar larvas
de algunas lepidópteras que comen los cultivos. Sin embargo se ha
demostrado que esta toxina afecta indiscriminadamente a diversas especies
de insectos diezmando la biodiversidad y que podría producir daños en la
salud humana de quienes están en contacto con éstos (4).
Cada día hay mayores evidencias médicas, científicas y agronómicas que
demuestran los impactos, los riesgos e incertidumbres de este modelo
irracional de producción, tanto para la salud de los trabajadores rurales,
campesinos y campesinas, como para los habitantes de estas zonas rurales y
los consumidores de alimentos producidos con esta tecnología.
Sobre el arroz dorado
El arroz dorado ha sido diseñado, junto con otros cultivos llamados
“biofortificados”, como un medicamento genérico para niños desnutridos de
“países pobres”. En el arroz dorado se usó una forma de manipulación
genética múltiple, que podría afectar varias funciones de la planta.
Varios autores han formulado críticas a esta tecnología (5) en el arroz
dorado, que además no se encuentra disponible debido a que quienes la
promueven no han logrado llegar a una formulación viable para distribuir.
Aquí queremos abordar otras inquietudes.
Los problemas nutricionales de la población no están relacionados con la
falta de un nutriente específico (en este caso la provitamina A), sino con
las condiciones generales de pobreza y la pérdida de soberanía
alimentaria, lo que ha obligado a miles de comunidades campesinas a
abandonar sus tierras o subordinarse a los monocultivos impuestos por los
agronegocios – cuya única prioridad es satisfacer las necesidades voraces
de incrementar las ganancias de la agricultura agroindustrial y de la
agroexportación- restando terreno a la producción de alimentos sanos y
nutritivos. Creer que los problemas de desnutrición se van a superar con
alimentos transgénicos biofortificados, es ignorar esta realidad.
Para suplir la demanda de arroz dorado, se tendrían que incorporar
millones de hectáreas adicionales de tierras en zonas tropicales y
subtropicales al cultivo del “arroz dorado”, avanzando sobre territorios
que hoy están destinados a la producción de cultivos para la soberanía
alimentaria, que pasarían a sufrir los problemas típicos asociados a la
siembra de grandes monocultivos. Además, centenas de especies de plantas
contienen pro-vitamina A, que desde hace mucho tiempo son conocidas,
recolectadas y/o cultivadas por comunidades campesinas en todo el mundo.
Cada pueblo puede y debe soberanamente seleccionar que especies va a
consumir, de acuerdo a sus complejos conocimientos, preferencias y
tradiciones, para cubrir las necesidades nutricionales.
Cabe entonces preguntarnos: ¿quién se beneficiaría si se impusiera esta
nueva gran demanda de arroz dorado? Como otros cultivos transgénicos, el
arroz dorado estará también controlado por las grandes empresas de
agronegocios. El “esquema nutricional” basado en el arroz dorado implicará
la presencia empresarial en toda la cadena, desde la semilla hasta su
distribución final. Empezando por la semilla; dado que la tendencia global
es prohibir que los campesinos guarden sus semillas, aunque el arroz
dorado fuera distribuido sin cobrar patentes, esta sería controlada
corporativamente, que a cambio podría demandar protección de su propiedad
intelectual en todos los otros cultivos y variedades, como ya lo ha hecho
en países donde las regulaciones no se la garantizan. ¿Qué pasaría
entonces con los productores de arroz tradicional y con las miles de
variedades de arroz criollo y tradicional?
En cuanto a la comercialización, en muchos países, los productores de
arroz no tienen ninguna influencia en la fijación de precios. El precio es
fijado por los grupos de poder local que controlan la transformación y
distribución de este alimento; y a nivel internacional, el precio se
establece en las bolsas de Bangkok y Chicago. Por consiguiente, el arroz
dorado no generará soberanía alimentaria sino que, por el contrario
incrementará la dependencia.
Se alentará el comercio internacional de arroz dorado, que estará
controlado por los mismos grupos económicos que controlan otras
commodities transgénicas.
Todo el dinero que se invertiría en la promoción e implementación de
cultivos de “arroz dorado” en el mundo, en la importación de sus semillas
o del mismo arroz, podría ser usado en la promoción de cultivos
diversificados destinados a promover y consolidar la soberanía alimentaria
y nutricional local y regional, así como en la recuperación y adopción de
hábitos alimentarios saludables.
¿Es el criterio de un Premio Nobel irrefutable?
La ciencia que promueven estos premios Nobel se ha desarrollado en un
contexto en el que hegemoniza una tecnociencia reduccionista, que se
desarrolla sin el debido control social, cuyos impactos contribuyen a
crear problemas ambientales y de salud, con alcances muchas veces
catastróficos e irreversibles.
Aunque formalmente el premio Nobel tiene como objetivo reconocer y
recompensar a personas que han realizado investigaciones sobresalientes,
inventado técnicas o equipamiento revolucionario, o hayan hecho
contribuciones notables a la sociedad, en las áreas de la medicina y
fisiología (al igual que en otros campos), lo que ha apoyado finalmente es
un tipo de investigación científica que ha facilitado un mayor control por
parte de las empresas transnacionales de los procesos productivos, la
privatización del conocimiento y de la vida. En el campo de las
biotecnologías, a lo largo de los años este tipo de reconocimiento premió
a olas de innovaciones científicas que condujeron al desarrollo de la
ingeniería genética, en desmedro de tecnologías de aplicación más amplia y
no controladas por oligopolios transnacionales. Varios de ellos son
signatarios de la carta. Sus actividades han sido claves para desarrollar
la industria biotecnológica bajo control de oligopolios corporativos e
incluso varios tienen aún en el presente intereses comerciales en el tema,
sea por empresas en las que participan o por la financiación de sus
investigaciones. Por ejemplo, uno de los promotores de esta carta, Phillip
A. Sharp, es cofundador de Biogen Inc. (ahora Biogen Idec) y de Alnylam
Pharmaceuticals, Inc. (una empresa farmacéutica que desarrolla fármacos
basados en el ARNi), lo cual muestra claramente este conflicto de
intereses al presentar la carta con intereses altruistas.
Esta no es la primera declaración emitida por ganadores del premio Nobel
defendiendo los transgénicos. Hace algunos años, una declaración similar
fue promovida por Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde (Premio
Nobel 1970), quien vio en la biotecnología agrícola una segunda Revolución
Verde, sin hacer ningún análisis crítico de los impactos causados por la
primera.
Anteriormente, el premio Nobel de Fisiología y Medicina fue otorgado a
Paul Hermann Müller, por el descubrimiento del DDT como un veneno de
contacto de alta eficiencia contra muchos artrópodos. Irónicamente, los
dramáticos efectos del DDT en el medio ambiente y en la salud humana
significaron el inicio del trabajo científico y ciudadano contra los
pesticidas, una lucha que todavía continuamos.
Ahora los firmantes de esta carta en defensa de los transgénicos y el
arroz dorado privilegian el paradigma de las corporaciones de que la
uniformidad genética es lo que conviene para elevar la producción. Esto
particularmente grave porque sabemos que la diversidad genética de las
variedades agrícolas es indispensable para enfrentar problemas como el
hambre y es la única alternativa frente al cambio climático.
Nos preguntamos por todo esto, si la opinión de científicos laureados por
el premio Nobel necesariamente es una opinión irrefutable, neutral y
objetiva. Estos antecedentes y la falta de rigurosidad y argumentos
fundados de esta carta muestran que no es así.
———
Como UCCSN-AL creemos que en el proceso de toma de decisiones sobre la
adopción de tecnologías, como las que hacen posible los cultivos
transgénicos, y otras que están surgiendo (por ej. nanotecnología,
biología sintética y geoingeniería), no sólo deben participar los llamados
“científicos de ciencias exactas”, sino que deben incorporar además la
opinión de otros campos del saber, así como la opinión de movimientos
sociales, organizaciones de la sociedad civil, y representantes legítimos
de los diferentes grupos sociales, pues el conocimiento científico y
tecnológico es siempre parte de un proceso social, atravesado por
tensiones, conflictos e intereses. Este nunca es neutral, absoluto ni
definitivo, puesto que siempre es susceptible a cambios y revisiones, por
lo que está sujeto permanentemente al debate.
Por eso manifestamos que el quehacer científico debe desarrollarse de una
manera éticamente responsable y con un claro compromiso con la sociedad y
la naturaleza, lo que nos lleva a rechazar los conceptos vertidos en la
carta y a denunciar el papel ecocida y genocida de la agricultura
industrial de cultivos transgénicos, destacando la necesidad de defender,
promover, y multiplicar los modos de producción de alimentos culturalmente
construidos por los pueblos de nuestra región, y por ello insustituibles a
la hora de garantizar la autonomía, la sustentabilidad ambiental, la
seguridad y la soberanía alimentaria.
1
http://uccsnal.org/documento-constitutivo-de-la-union-de-cientificos-comprometidos-con-la-sociedad-y-la-naturaleza-de-america-latina/
2 IICA. Indicadores 2012
3 Tenemos por ejemplo los estudios hechos por equipos de investigación de
la Universidad Federal de Santa Catarina y Fiocruz en Brasil; Genok en
Noruega, las facultades de Ciencias Médicas en Rosario y en la Universidad
de La Plata, en Argentina; la Universidad de Milán, en Italia; y la
Universidad de Caen, en Francia, por mencionar solo unos pocos.
4 Ver por ejemplo Vazquez et al. (2000). Brazilian Journal of Medical and
Biological Research 33: 147–155. Finamore, et al. (2008). “Intestinal and
Peripheral Immune Response to MON810 Maize Ingestion in Weaning and Old
Mice,” J. Agric. Food Chem. 56 (23): 11533–11539.
5 Ver por ejemplo Stone y Glover (2016). Agric Hum Values. DOI
10.1007/s10460-016-9696-1
http://uccsnal.org/la-uccsn-al-frente-a-la-carta-de-un-grupo-de-premios-nobel-en-apoyo-a-los-cultivos-transgenicos/
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