Claves para entender y practicar la salud alimentari

Esperanza Cerón - Educar Consumidores
la salida es para adentro”; “como es afuera es por dentro”
Cuando hablamos de ecología, solemos pensar que se trata de lo que está afuera. Los humanos en algún momento en el desarrollo del capitalismo, empezamos a creer que la naturaleza está por fuera de nosotros, y lo que es peor, que somos los reyes y seres superiores. Esta crisis nos está mostrando que dependemos como ningún otro ser de la madre natura, y que casi todo el desastre es responsabilidad de un modelo de desarrollo desgarrador.  Pero existe una ecología interior dentro de nuestro cuerpo.  De hecho, nuestra anatomía, funcionamiento y hasta pensamiento, depende de la armonía de nuestras células humanas que han co-evolucionado en una sinergia con millones de bacterias y virus que conviven juntas.
Una parte esencial de mantener esa ecología interna depende de nuestra alimentación.
La salud alimentaria puede definirse como la disponibilidad en cantidad y calidad de alimentos caracterizados porque desde la semilla hasta el plato, estarán libres de agrotóxicos, pesticidas, semillas transgénicas, aditivos, preservativos tóxicos, antibióticos, fungicidas o maquillantes a la hora del mercadeo; de tal manera que su consumo,  garantice tanto la salud humana como ambiental.
La OMS/OPS, elaboró un nuevo Modelo de Perfil de Nutrientes -MPN , alternativa a la famosa pirámide que nos siguen enseñando. El MPN clasifica los alimentos en 3 grupos iniciales recomendados: 1: los naturales producidos por la naturaleza (animales o vegetales), idealmente producidos limpiamente. 2: los condimentos alimentarios (lo dulce, lo salado, lo picante, lo vinagre, lo graso). 3: los mínimamente procesados, aquellos que ancestralmente las comunidades han procesado con mecanismos naturales, como los fermentados, panela, vino, yogurt, pan, etc.
El grupo 4 es denominado producto, no alimento, y se trata de los ultraprocesados que recomienda no consumir. Son aquellos diseñados en laboratorio y producidos en masa para larga duración, producción al mínimo costo y que sean altamente deseables al paladar, a los que para lograr tales características,  se les añaden preservativos, colorantes, saborizantes, perfumantes, estabilizantes, etc., sustancias con las cuales no evolucionamos los seres humanos. La mayoría de estas son sustancias que producen diversos grados de toxicidad, generan acidez y procesos inflamatorios favoreciendo un cambio desfavorable a nuestra ecología interior. Casi todos estos productos tienen sustancias que nos hacen adictos a ellas.
Hace poco se realizó también una investigación en todo el mundo, conocida como el estudio EAT-LANCET, que analizó el estado y proyección ante el cambio climático de la alimentación en el mundo y que coincide con las recomendaciones del Modelo de Perfil de Nutrientes.
Es necesario disminuir al máximo el consumo de carnes de cualquier tipo,  reconociendo lo largamente negado por intereses industriales, como lo es que las proteínas no se encuentras únicamente en las carnes.
Estudio Eat-Lancet
Es preciso recordar que hay una diferencia entre comer y alimentarse y entre comestible y alimento. Podemos comer “comestibles”, es decir mascar y/o tragar productos incluso “deliciosos” sin lograr aportar salud a nuestros cuerpos, cosa que sí logran los alimentos.
Por su alto consumo, es necesario distinguir entre azucares procesados y dulces naturales. El azúcar (blanca o morena) es un producto que produce alta inflamación, asociado a la actual pandemia de obesidad y desarrollo de las distintas enfermedades crónicas no transmisibles. Su principal fuente está en las bebidas endulzadas (con cualquier clase de endulzante, así se llame “cero” o bajo en azúcar), gaseosas, energizantes, bebidas de malta, etc.
Hasta aquí la teoría, ¿pero ¿qué hacer en la práctica?
Es innegable que se avecinan tiempos cada vez más difíciles y que el producto verdaderamente imprescindible es el alimento, agua incluida, no el petróleo, el oro o la acumulación sin sentido social.
Algunas recomendaciones al respecto:
  • Comer alimentos entre el grupo 1 y el 3 del modelo de perfil de nutrientes. Muchas frutas, verduras, granos, tubérculos, cereales como avena, arroz (preferiblemente integral), quinua, cebada, trigo, maíz, etc.
  • Consumir poca carne independientemente del origen animal.
  • No volver a consumir productos industriales (paquetes, embutidos, enlatados, bebidas gaseosas, energizantes, salsas, panadería industrial, etc.)
  • Volver a cocinar, buscar las recetas de la abuela, en internet o ensayar en nuestras cocinas y en familia, o solos.  Cómo darle a nuestra ecología interior cosas cada vez más gustosas y sanas.
  • Sembrar en casa, en jardines comunales, en materas, en agua, etc. No desalentarse, pensar que es una necesidad inmediata y de futuro. Hay cientos de tips sencillos en internet, pero, sobre todo, está el placer de comprobar que la madre natura devuelve toda semilla sembrada con amor. Sembrar sin venenos.
  • Comprar directamente a los campesinos y no en grandes superficies. En toda ciudad se están armando pequeños mercados campesinos o de comunidades indígenas o afros.
  • Llegado el momento, defender nuestras ricas e irreparables fuentes de agua donde quiera que nos encontremos, defender los acueductos comunitarios; ver el daño que han hecho las megaobras y decidir como ciudadanos responsables con la madre naturaleza en quien confiamos nuestros votos.
  • Defender nuestra economía familiar campesina.
  • Gozar cada bocado que llevemos a la mesa, y volver a comer en familia, sin celulares ni TV, ni tablets que distraigan el placer de alimentarnos y compartir.

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