Balance de los transgénicos en 2018 - Lo que nos espera
RED POR UNA AMÉRICA LATINA
LIBRE DE TRANSGÉNICOS
BALANCE 2018
Para América Latina, el año 2019 se ve poco esperanzador. Con la excepción de México, donde el nuevo presidente ha anunciado una prohibición a los cultivos transgénicos, Ecuador que espera expectante una resolución de la Corte Constitucional que asegure su condición de país libre de transgénicos, y Perú para mantener su moratoria, en otros países la tendencia es impulsar cada vez con más fuerza la agrobiotecnología, que combina agrotóxicos, semillas transgénicas, hiper-mecanización de la agricultura, todo esto asociado con sistemas de información geográfica y digitalización.
La masiva adopción de transgénicos ha significado el incremento dramático de plaguicidas en la región. Brasil es el país que más emplea agrotóxicos usa en su agricultura: mil millones de toneladas por año, y el 70% de sus alimentos están contaminados con plaguicidas. Esto supone que cada brasileño consume anualmente una media de 7,3 litros de plaguicidas.
En América Latina le sigue Argentina, con cerca de 300 millones de litros por año, y luego otros productores importantes de transgénicos como son Uruguay y Paraguay.
En 2018, se han aprobado nuevos eventos transgénicos en la región. Según el CTNBio, en Brasil se aprobaron cerca de 150 eventos transgénicos entre plantas, vacunas, medicinas, insectos y microorganismos. En Brasil se aprueban cada vez eventos transgénicos más problemáticos, con resistencia a múltiples herbicidas y varios tipos de toxinas Bt. El resultado es el deterioro de la salud en las zonas de influencia de los cultivos. Por tal razón cada vez hay más informes científicos sobre los efectos a la salud en la población, y especialmente de los trabajadores agrícolas, asociados a plaguicidas aplicados junto con los cultivos transgénicos[1]. Las políticas que adoptará el nuevo presidente de Brasil en este campo pueden ser inesperadas, pero en todo caso, nada esperanzadoras.
En Argentina se aprobó en 2018 una alfalfa con tolerancia a glifosato y disminución en el contenido de lignina; varios tipos de soya y maíz con genes apilados de resistencia a herbicidas y toxinas Bt. Además, están en proceso de aprobación nuevos eventos transgénicos, como el trigo resistente a sequías, y hace pocos días se lanzó una papa resistente al virus PVY, sumándose a otra papa transgénica aprobada en 2015.
La aprobación de eventos transgénicos en Brasil o Argentina, allanan el camino de aprobación en los otros grandes productores de transgénicos en la región, pues estos dos países son dependientes de aquellos en términos de acceso a mercados.
Mientras tanto, se postergó para el 2019 el tratamiento de la Ley de semillas, lo que constituye un viejo anhelo de las trasnacionales como Bayer-Monsanto, Syngenta, Corteva, Basf o Bioceres, que buscan terminar con el derecho de “uso propio” de las semillas por los agricultores, y profundizar su control.
Por ser el primer importador de commodities transgénicas de nuestra región, China es un país de gran importancia para América Latina. La legalización de determinados eventos transgénicos en países como Argentina o Brasil son decididas en función de su aprobación en China; y las decisiones de Uruguay y Paraguay están sujetas a las tomadas por Argentina y Brasil.
A China le ha llegado el momento de decidir el futuro de los cultivos transgénicos en el país, luego de 25 años de investigación en este campo. Debe adoptarse de manera masiva, de manera paulatina o deben ser rechazados son las preguntas que deben contestarse. Una encuesta aplicada en China hace unos meses reveló que sólo el 12% de la población tiene una percepción positiva sobre los transgénicos, mientras que el 47% está en contra. La encuesta fue aplicada en todas las provincias de la China. La decisión que tome China sobre este tema, y otros relacionados con las nuevas tecnologías moleculares, tendrá implicaciones importantes a nivel global, dada la importancia que tienen este país en el escenario mundial. China concentra el 20% de la población mundial, el 25% de la producción mundial de cereales, el 7% de las tierras cultivables del mundo y el 35% del uso mundial de agrotóxicos.
La lucha de los herbicidas
Los dos herbicidas asociados a los transgénicos: glifosato y dicamba entraron al banquillo de los acusados, ambos comercializados por Monsanto, empresa que fue adquirida por la alemana Bayer, que heredó todos sus pasivos ambientales y sociales, incluyendo miles de casos legales en su contra.
El caso más paradigmático fue el interpuesto por el jardinero californiano Dewayne “Lee” Johnson contra Monsanto quien padece linfoma no Hodgkin por el uso constante de glifosato. El jurado falló a favor de Johnson y ordenó a Monsanto pagar la suma de 289 millones de dólares; pero la empresa apeló y el jurado bajó la suma a 78 millones de dólares, pero Monsanto tampoco quedó satisfecho. Desde entonces, la salud de Johnson se ha deteriorado y ha tenido que hacer una interrupción en su tratamiento médico debido a un lapso temporal en la cobertura del seguro. No ha recibido fondos del litigio debido a la apelación de Monsanto.
Otros casos que están en la corte son los llamados Hardeman vs. Monsanto y Pilliod vs. Monsanto, ambos se refieren a personas que han usado Roundup (el nombre comercial con el que Monsanto comercializa el glifosato) en sus actividades productivas, por lo que han contraído cáncer, pero hay más de 10 mil casos en lista. La demanda de Pilliod se hace eco de otros al afirmar que Monsanto dirigió una campaña prolongada de información errónea para convencer a las agencias gubernamentales, a los agricultores y al público en general de que Roundup era seguro.
Gracias a estos procesos legales, se ha tenido acceso a miles de documento clasificados que han sido llamados los Monsanto papers,que dan cuenta de la gran cantidad de información con la que contaba Monsanto sobre su herbicida estrella, que a pesar de ello, logró posicionarse como el plaguicida más utilizado en el mundo.
En este contexto, desde América Latina se ha llamado a una prohibición global al glifosato, iniciativa liderada por la Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza (UCCSNAL).
Por otro lado, el Dicamba es un herbicida que fue aprobado por primera vez para su uso en granjas estadounidenses en 1962; pero en 2015 se introdujo en los campos las semillas transgénicas con resistencia a este herbicida, lo que disparó su uso; y ahora se ven sus efectos en el medio ambiente y la salud de las poblaciones rurales del cinturón agrícola de Estados Unidos.
La deriva del dicamba es exageradamente alta, por lo que sus efectos mortíferos sobre la vegetación, se expande a las zonas de influencia de los lugares de aplicación, poniendo a vecinos en contra de vecinos, por las pérdidas económicas y agrícolas que enfrentan aquellos granjeros que no siembran cultivos transgénicos resistentes al herbicida, llegando hasta asesinatos ligados a este conflicto[2].
Nuevas tecnologías
En el 2018 se ha evidenciado con mucha fuerza una campaña de promoción de un grupo de nuevas tecnologías moleculares que, de implementarse, pueden tener graves implicaciones en la vida del planeta y de las sociedades, pues no solo permitirá a las empresas tener acceso y control sobre diversos procesos biológicos, sino que les permitirá transformarlos para su beneficio, poniendo en cuestionamiento aún el concepto de vida.
Gran parte del debate se ha centrado en aspectos regulatorios tanto a nivel de legislaciones nacionales, como en foros internacionales (como el Convenio de Biodiversidad y el Protocolo de Cartagena).
Aunque esta es una línea de investigación que se ha venido haciendo desde hace algunos años, ahora están empezando a presentarse de manera muy mediática algunas aplicaciones concretas. Un ejemplo de ello es el programa de investigación en progreso, llevado a cabo por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Departamento de Defensa de Estados Unidos (DARPA, por sus siglas en inglés), tiene como objetivo dispersar virus manipulados genéticamente para alterar los cromosomas de plantas a través de la “edición de genes”, directamente in situ[3].
Hasta ahora, se ha hecho ingeniería genética solo en los laboratorios, introduciendo modificaciones específicas en los cultivos. Lo que DARPA quiere hacer ahora es hacer modificaciones genéticas rápidas a gran escala en el campo, y ha empezado sus experimentos con tomate y maíz, dos cultivos de gran importancia para la soberanía alimentaria y cultural de varios pueblos, especialmente en América Latina. Ellos están trabajando con especies de insectos dispersos incluyen saltamontes, moscas blancas y pulgones.
Aunque la DARPA afirma que los desarrollos resultantes del Programa Insect Allies están destinados a un uso agrícola de rutina, por ejemplo, para proteger cultivos contra sequías, heladas, inundaciones, pesticidas o enfermedades, un documento publicado en la revistaScience advierte sobre las implicaciones regulatorias, biológicas, económicas y sociales y en los ecosistemas, por lo que requieren un amplio debate social, científico y legal. Los autores también sugieren que la liberación de virus modificados genéticamente podría infectar organismos más allá de aquellos a los que están dirigidos, y que esta tecnología podría ser usada como arma biológica.
Las gemelas genéticamente “editadas”
La tecnología CRISPR/Cas9 ha sido promocionada como la bala de plata que puede solucionar gran parte de los problemas médicos y agronómicos que nos aquejan como sociedad. El anuncio de que dos bebés expuestas a esta tecnología, nacieron recientemente, es sólo la punta del iceberg de las proyecciones a futuro que pueden surgir en torno a ésta, y las implicaciones éticas, sociales y ambientales que puede desencadenar.
El científico chino, He Jiankui, afirma que él y su equipo han creado un par de hermanas gemelas (Lulu y Nana) modificados genéticamente, utilizando la técnica de edición de genes CRISPR/Cas9 para hacerlas resistentes contra el virus causante del sida. Su padre es VIH positivo y su adre no.
Su trabajo se centró en desactivar el gen CCR5, que es que el virus del VIH utiliza como puerta de entrada para infiltrar células humanas. Sin embargo, la opinión de algunos científicos es que la desactivación del gen CCR5 no confiere inmunidad completa al VIH, ya que algunas cepas del virus pueden ingresar a las células a través de una proteína diferente. Y aunque las personas con deficiencias naturales en el gen parecen sanas, podrían ser más susceptibles al virus del Nilo Occidental y más propensas a morir cuando se contagian de influenza. Esencialmente, He le dio a Nana y Lulu resistencia a un virus que podrían haber evitado de muchas otras maneras, y exponerlas a otros peligros[4]. Además, parece que He solo logró editar la mitad de los genes CCR5 de Lulú. Esto podría deberse a que cada célula de su cuerpo tiene una copia normal de CCR5 y una editada (es heterocigótica) o porque la mitad de sus células tienen dos genes editados y la mitad dos normales (es mosaico). Si es el primero, ella no sería resistente al VIH. Si es lo último, solo sería resistente al virus, si sus células inmunitarias llevan específicamente las ediciones. Lo mismo podría aplicarse a Nana, quien parece tener también copias normales de CCR5 en algún lugar.
Su universidad (SUSTech en Shenzhen, está profundamente conmocionada por este anuncio y dijo que no tenía conocimiento de esta investigación, mientras que debe enfrentarse a comités de bioética en su país.
Para América Latina, el año 2019 se ve poco esperanzador. Con la excepción de México, donde el nuevo presidente ha anunciado una prohibición a los cultivos transgénicos, Ecuador que espera expectante una resolución de la Corte Constitucional que asegure su condición de país libre de transgénicos, y Perú para mantener su moratoria, en otros países la tendencia es impulsar cada vez con más fuerza la agrobiotecnología, que combina agrotóxicos, semillas transgénicas, hiper-mecanización de la agricultura, todo esto asociado con sistemas de información geográfica y digitalización.
La masiva adopción de transgénicos ha significado el incremento dramático de plaguicidas en la región. Brasil es el país que más emplea agrotóxicos usa en su agricultura: mil millones de toneladas por año, y el 70% de sus alimentos están contaminados con plaguicidas. Esto supone que cada brasileño consume anualmente una media de 7,3 litros de plaguicidas.
En América Latina le sigue Argentina, con cerca de 300 millones de litros por año, y luego otros productores importantes de transgénicos como son Uruguay y Paraguay.
En 2018, se han aprobado nuevos eventos transgénicos en la región. Según el CTNBio, en Brasil se aprobaron cerca de 150 eventos transgénicos entre plantas, vacunas, medicinas, insectos y microorganismos. En Brasil se aprueban cada vez eventos transgénicos más problemáticos, con resistencia a múltiples herbicidas y varios tipos de toxinas Bt. El resultado es el deterioro de la salud en las zonas de influencia de los cultivos. Por tal razón cada vez hay más informes científicos sobre los efectos a la salud en la población, y especialmente de los trabajadores agrícolas, asociados a plaguicidas aplicados junto con los cultivos transgénicos[1]. Las políticas que adoptará el nuevo presidente de Brasil en este campo pueden ser inesperadas, pero en todo caso, nada esperanzadoras.
En Argentina se aprobó en 2018 una alfalfa con tolerancia a glifosato y disminución en el contenido de lignina; varios tipos de soya y maíz con genes apilados de resistencia a herbicidas y toxinas Bt. Además, están en proceso de aprobación nuevos eventos transgénicos, como el trigo resistente a sequías, y hace pocos días se lanzó una papa resistente al virus PVY, sumándose a otra papa transgénica aprobada en 2015.
La aprobación de eventos transgénicos en Brasil o Argentina, allanan el camino de aprobación en los otros grandes productores de transgénicos en la región, pues estos dos países son dependientes de aquellos en términos de acceso a mercados.
Mientras tanto, se postergó para el 2019 el tratamiento de la Ley de semillas, lo que constituye un viejo anhelo de las trasnacionales como Bayer-Monsanto, Syngenta, Corteva, Basf o Bioceres, que buscan terminar con el derecho de “uso propio” de las semillas por los agricultores, y profundizar su control.
Por ser el primer importador de commodities transgénicas de nuestra región, China es un país de gran importancia para América Latina. La legalización de determinados eventos transgénicos en países como Argentina o Brasil son decididas en función de su aprobación en China; y las decisiones de Uruguay y Paraguay están sujetas a las tomadas por Argentina y Brasil.
A China le ha llegado el momento de decidir el futuro de los cultivos transgénicos en el país, luego de 25 años de investigación en este campo. Debe adoptarse de manera masiva, de manera paulatina o deben ser rechazados son las preguntas que deben contestarse. Una encuesta aplicada en China hace unos meses reveló que sólo el 12% de la población tiene una percepción positiva sobre los transgénicos, mientras que el 47% está en contra. La encuesta fue aplicada en todas las provincias de la China. La decisión que tome China sobre este tema, y otros relacionados con las nuevas tecnologías moleculares, tendrá implicaciones importantes a nivel global, dada la importancia que tienen este país en el escenario mundial. China concentra el 20% de la población mundial, el 25% de la producción mundial de cereales, el 7% de las tierras cultivables del mundo y el 35% del uso mundial de agrotóxicos.
La lucha de los herbicidas
Los dos herbicidas asociados a los transgénicos: glifosato y dicamba entraron al banquillo de los acusados, ambos comercializados por Monsanto, empresa que fue adquirida por la alemana Bayer, que heredó todos sus pasivos ambientales y sociales, incluyendo miles de casos legales en su contra.
El caso más paradigmático fue el interpuesto por el jardinero californiano Dewayne “Lee” Johnson contra Monsanto quien padece linfoma no Hodgkin por el uso constante de glifosato. El jurado falló a favor de Johnson y ordenó a Monsanto pagar la suma de 289 millones de dólares; pero la empresa apeló y el jurado bajó la suma a 78 millones de dólares, pero Monsanto tampoco quedó satisfecho. Desde entonces, la salud de Johnson se ha deteriorado y ha tenido que hacer una interrupción en su tratamiento médico debido a un lapso temporal en la cobertura del seguro. No ha recibido fondos del litigio debido a la apelación de Monsanto.
Otros casos que están en la corte son los llamados Hardeman vs. Monsanto y Pilliod vs. Monsanto, ambos se refieren a personas que han usado Roundup (el nombre comercial con el que Monsanto comercializa el glifosato) en sus actividades productivas, por lo que han contraído cáncer, pero hay más de 10 mil casos en lista. La demanda de Pilliod se hace eco de otros al afirmar que Monsanto dirigió una campaña prolongada de información errónea para convencer a las agencias gubernamentales, a los agricultores y al público en general de que Roundup era seguro.
Gracias a estos procesos legales, se ha tenido acceso a miles de documento clasificados que han sido llamados los Monsanto papers,que dan cuenta de la gran cantidad de información con la que contaba Monsanto sobre su herbicida estrella, que a pesar de ello, logró posicionarse como el plaguicida más utilizado en el mundo.
En este contexto, desde América Latina se ha llamado a una prohibición global al glifosato, iniciativa liderada por la Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza (UCCSNAL).
Por otro lado, el Dicamba es un herbicida que fue aprobado por primera vez para su uso en granjas estadounidenses en 1962; pero en 2015 se introdujo en los campos las semillas transgénicas con resistencia a este herbicida, lo que disparó su uso; y ahora se ven sus efectos en el medio ambiente y la salud de las poblaciones rurales del cinturón agrícola de Estados Unidos.
La deriva del dicamba es exageradamente alta, por lo que sus efectos mortíferos sobre la vegetación, se expande a las zonas de influencia de los lugares de aplicación, poniendo a vecinos en contra de vecinos, por las pérdidas económicas y agrícolas que enfrentan aquellos granjeros que no siembran cultivos transgénicos resistentes al herbicida, llegando hasta asesinatos ligados a este conflicto[2].
Nuevas tecnologías
En el 2018 se ha evidenciado con mucha fuerza una campaña de promoción de un grupo de nuevas tecnologías moleculares que, de implementarse, pueden tener graves implicaciones en la vida del planeta y de las sociedades, pues no solo permitirá a las empresas tener acceso y control sobre diversos procesos biológicos, sino que les permitirá transformarlos para su beneficio, poniendo en cuestionamiento aún el concepto de vida.
Gran parte del debate se ha centrado en aspectos regulatorios tanto a nivel de legislaciones nacionales, como en foros internacionales (como el Convenio de Biodiversidad y el Protocolo de Cartagena).
Aunque esta es una línea de investigación que se ha venido haciendo desde hace algunos años, ahora están empezando a presentarse de manera muy mediática algunas aplicaciones concretas. Un ejemplo de ello es el programa de investigación en progreso, llevado a cabo por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Departamento de Defensa de Estados Unidos (DARPA, por sus siglas en inglés), tiene como objetivo dispersar virus manipulados genéticamente para alterar los cromosomas de plantas a través de la “edición de genes”, directamente in situ[3].
Hasta ahora, se ha hecho ingeniería genética solo en los laboratorios, introduciendo modificaciones específicas en los cultivos. Lo que DARPA quiere hacer ahora es hacer modificaciones genéticas rápidas a gran escala en el campo, y ha empezado sus experimentos con tomate y maíz, dos cultivos de gran importancia para la soberanía alimentaria y cultural de varios pueblos, especialmente en América Latina. Ellos están trabajando con especies de insectos dispersos incluyen saltamontes, moscas blancas y pulgones.
Aunque la DARPA afirma que los desarrollos resultantes del Programa Insect Allies están destinados a un uso agrícola de rutina, por ejemplo, para proteger cultivos contra sequías, heladas, inundaciones, pesticidas o enfermedades, un documento publicado en la revistaScience advierte sobre las implicaciones regulatorias, biológicas, económicas y sociales y en los ecosistemas, por lo que requieren un amplio debate social, científico y legal. Los autores también sugieren que la liberación de virus modificados genéticamente podría infectar organismos más allá de aquellos a los que están dirigidos, y que esta tecnología podría ser usada como arma biológica.
Las gemelas genéticamente “editadas”
La tecnología CRISPR/Cas9 ha sido promocionada como la bala de plata que puede solucionar gran parte de los problemas médicos y agronómicos que nos aquejan como sociedad. El anuncio de que dos bebés expuestas a esta tecnología, nacieron recientemente, es sólo la punta del iceberg de las proyecciones a futuro que pueden surgir en torno a ésta, y las implicaciones éticas, sociales y ambientales que puede desencadenar.
El científico chino, He Jiankui, afirma que él y su equipo han creado un par de hermanas gemelas (Lulu y Nana) modificados genéticamente, utilizando la técnica de edición de genes CRISPR/Cas9 para hacerlas resistentes contra el virus causante del sida. Su padre es VIH positivo y su adre no.
Su trabajo se centró en desactivar el gen CCR5, que es que el virus del VIH utiliza como puerta de entrada para infiltrar células humanas. Sin embargo, la opinión de algunos científicos es que la desactivación del gen CCR5 no confiere inmunidad completa al VIH, ya que algunas cepas del virus pueden ingresar a las células a través de una proteína diferente. Y aunque las personas con deficiencias naturales en el gen parecen sanas, podrían ser más susceptibles al virus del Nilo Occidental y más propensas a morir cuando se contagian de influenza. Esencialmente, He le dio a Nana y Lulu resistencia a un virus que podrían haber evitado de muchas otras maneras, y exponerlas a otros peligros[4]. Además, parece que He solo logró editar la mitad de los genes CCR5 de Lulú. Esto podría deberse a que cada célula de su cuerpo tiene una copia normal de CCR5 y una editada (es heterocigótica) o porque la mitad de sus células tienen dos genes editados y la mitad dos normales (es mosaico). Si es el primero, ella no sería resistente al VIH. Si es lo último, solo sería resistente al virus, si sus células inmunitarias llevan específicamente las ediciones. Lo mismo podría aplicarse a Nana, quien parece tener también copias normales de CCR5 en algún lugar.
Su universidad (SUSTech en Shenzhen, está profundamente conmocionada por este anuncio y dijo que no tenía conocimiento de esta investigación, mientras que debe enfrentarse a comités de bioética en su país.
[1] Ver por ejemplo este artículos obre problemas tiroideos en trabajadores de soya transgénica. Bernieri et al. (2018). Occupational exposure to pesticides and thyroid function in Brazilian soybean farmers. Chemosphere. https://www.sciencedirect.com/ science/article/pii/ S004565351832232X
[2] Ver por ejemplo el caso de Mike Wallace, productor de Arkansas, quien se vio envuelto en un conflicto con un granjero que aplicaba dicamba, que acabó con su
[3] R. G. Reeves, S. Voeneky, D. Caetano-Anollés, F. Beck, C. Boëte. Science. Vol. 362, Issue 6410, pp. 35-37 DOI: 10.1126/science.aat7664. 5 Oct 2018
[4] Ed Yong. Science. The CRISPR Baby Scandal Gets Worse by the Day. The alleged creation of the world's first gene-edited infants was full of technical errors and ethical blunders. Dec 3, 2018
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