Declaracion de Yvapuruvu - Paraguay 2013
Declaración de Yvapuruvu -
Leyes de semillas: resistiendo al despojo
Las semillas son obra y parte de la historia de los
pueblos. Ellas fueron criadas mediante el trabajo, la creatividad, la
experimentación y el cuidado colectivo. A su vez, ellas fueron criando a los
pueblos, permitiendo sus formas específicas de alimentación, de cultivar, de
compartir y de desarrollar sus visiones de mundo. Están, por lo tanto,
íntimamente ligadas a normas comunitarias, responsabilidades, obligaciones y
derechos.
Las semillas nos imponen responsabilidades que son
incluso anteriores a nuestro derecho a utilizarlas.
Las semillas son la base fundamental del sustento.
Si hoy podemos nutrirnos de la agricultura en el mundo entero, gozar de los
sabores y formas de alimentación, sustentarnos y sustentar a la humanidad, es
porque los pueblos las han cuidado, llevado consigo y permitido su circulación.
Esa base del sustento y de la existencia está hoy bajo ataque. El objetivo de
este ataque es acabar con la agricultura campesina e indígena y especialmente
con la producción independiente de alimentos, intentando cerrarle el futuro a
la soberanía alimentaria, para convertirnos en una población sin territorio,
que sólo puede ser mano de obra barata y dependiente. Es un ataque que se
despliega de diversas formas y mediante mecanismos múltiples. Necesitamos
enfrentar la agresión de manera integral.
Al centro más visible del ataque a las semillas y
todo lo que ellas significan está la propiedad intelectual, cuya forma más
común son hoy las llamadas leyes de derechos de obtentor o leyes UPOV, pero que
también incluye las leyes de certificación, los registros de variedades y las
leyes de comercialización. Son leyes y reglamentos que legalizan el abuso y el
despojo.
Específicamente:
1. Permiten que las empresas se apropien de las
semillas campesinas.
2. Prohíben y convierten en delito el uso, la
conservación, el manejo, el intercambio y la reproducción de semillas
campesinas.
3. Permiten la confiscación y la destrucción de
nuestras semillas, cultivos y cosechas.
4. Nos obligan a aceptar el allanamiento de
nuestras tierras, bodegas y casas, incluso con intervención militar.
5. Nos imponen multas y penas de cárcel mediante
procedimientos que ni siquiera nos permiten una defensa adecuada, ya que parten
del supuesto de que somos culpables.
Son leyes que impiden que las semillas caminen con
la gente, congelan su transformación y adaptación a los diversos territorios y
las condenan a morir.
La privatización y el despojo se apoyan también en
otras normas que hoy nos imponen. Por ejemplo, las normas de inocuidad
alimentaria, las normas de certificación de productores y de ecosistemas, las
mal llamadas buenas prácticas agrícolas, las nuevas oleadas de la revolución
verde, los paquetes de agroquímicos, las normas fitosanitarias, los programas
de servicios ambientales, los programas de desarrollo y financiamiento
agrícola, la introducción de nuevas tecnologías y especialmente de los
transgénicos y la amenaza de la introducción de cultivos Terminator, los
encadenamientos productivos, la agricultura bajo contrato, los planes de
ordenamiento territorial, la asociatividad con grandes empresarios, etc.
Hay un conjunto de mitos y mentiras que han
utilizado las empresas, los gobiernos y organismos internacionales para
justificar estas leyes. La primera y más vergonzosa es que con estas leyes
tendremos acceso a semillas industriales de mejor calidad. Con ello desconocen
las amplias evidencias de que las semillas campesinas son las mejor adaptadas a
las condiciones reales de cultivo y garantizan una producción estable, diversa
y adecuada. También desconocen que las leyes de privatización, lejos de
garantizar calidad, dan poderes a las empresas para que nos aten a semillas
tóxicas, no confiables.
En realidad, es una guerra contra el sustento de
los pueblos. Quieren que nuestras posibilidades de resistir se debiliten, que
abandonemos nuestros oficios, nuestras tierras y nuestros territorios, para
dejar el campo libre y apropiarse de los ecosistemas, instalar sumideros de
desechos urbanos y tóxicos, apropiarse de todas las fuentes de agua y del
sistema agroalimentario además de expandir el extractivismo del agronegocio,
los agrocombustibles, la minería, la explotación de los bosques, los
monocultivos de árboles, de las represas, del turismo, del campo como refugio
exclusivo de las clases poderosas.
Frente a ello, los pueblos del campo tenemos el
deber y el derecho colectivo e histórico de recuperar, fortalecer y mantener el
cuidado y la protección de las semillas y de nuestras formas de vida y
producción. Es una responsabilidad que hemos asumido sin dudar: en todo el
continente se multiplican las luchas sociales, y la defensa de las semillas en
manos de los pueblos ha estado en el centro de muchas de ellas. Nuestras organizaciones
y nuestras semillas están hoy en resistencia contra el despojo que viene de
toda forma de propiedad intelectual o cualquier otra forma de privatización.
Seguiremos cuidando las semillas, seguiremos intercambiando semillas y saberes,
seguiremos sembrando nuestras semillas y enseñando a nuevas generaciones cómo
cultivarlas y mantenerlas. Seguiremos construyendo soberanía alimentaria,
resistiremos al agronegocio, a la cultura de homogenización, privatización y
muerte que busca imponerse. Lucharemos hasta que las leyes de privatización de
semillas, en cualquiera de sus formas, desaparezcan y sean sólo un mal
recuerdo. Necesitamos que esa resistencia se amplifique y multiplique;
trabajaremos distintas formas de concientización y articulación a fin de que se
unan a nuestra lucha los más amplios sectores, porque la defensa de las
semillas, y de la agricultura campesina e indígena es la defensa de la
alimentación y del futuro de la humanidad.
Junto con reafirmar nuestros compromisos, saludamos
con alegría y orgullo las diferentes luchas que se despliegan en nuestra
región, desde la amplia movilización en defensa del maíz en México contra la
invasión de los transgénicos y la criminalización de las semillas, las luchas
de Honduras por recuperar la tierra, las luchas en Costa Rica que han logrado
que el 77 por ciento de municipios se hayan declarado libres de transgénicos;
el Paro Agrario, la derogatoria de UPOV 91 por parte de la Corte Constitucional
y la resistencia a los decomisos de semillas en Colombia; la movilización
amplia contra las leyes UPOV en Chile y Argentina, y las movilizaciones contra
el agronegocio y la soja en Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina incluyendo el
bloqueo a la planta de Monsanto en el Barrio Malvinas Argentinas de la ciudad
de Córdoba por parte de los vecinos y las Madres de Ituzaingó; la demanda en
Uruguay para que las autoridades competentes tomen las medidas necesarias para
evitar que el maíz criollo siga siendo contaminado con maíz transgénico. Al
mismo tiempo reconocemos los años de campaña y lucha contra UPOV en Costa Rica
desde 1999, especialmente durante los años de resistencia contra el TLC con
Estados Unidos (2004-2008).
Repudiamos las tentativas del congreso brasileño de
autorizar el empleo de las tecnologías genéticas de restricción de uso (GURTs),
conocidas como tecnologías Terminator, por presentar riesgos para la
biodiversidad y la soberanía alimentaria y por la violación que implica a los
derechos de los pueblos indígenas y campesinos. De hacerlo, Brasil estaría violando
unilateralmente un acuerdo internacional de Naciones Unidas y abriendo así las
puertas para que otros países sean también presionados para liberar esta
tecnología.
Impactados y conmovidos por la realidad de
Paraguay, donde el agronegocio ha demostrado su capacidad de destrucción y
dominación, nos solidarizamos con la lucha y la resistencia del pueblo
paraguayo y nos comprometemos a seguir acompañando su camino y a llevar sus
voces y su ejemplo a cada rincón de nuestros territorios.
Hoy damos nuestra lucha en un entorno que ha sido
despolitizado desde los ámbitos del poder, que ha impuesto el desprecio por lo
rural, campesino o indígena, que ha ignorado los saberes y aportes de los
pueblos y comunidades rurales, mientras nos presenta el gran capital, la
globalización y al agronegocio como únicas alternativas. Por lo mismo, incluso
muchas de las soluciones que se proponen nos invisibilizan y destruyen o
ignoran el vínculo indisoluble e irreemplazable entre pueblos, comunidades y
semillas: la única base real de toda posibilidad efectiva de protegerlas y
garantizar su futuro. No podemos permitir que se olvide que el cuidado de las
semillas es una de las estrategias más antiguas de la humanidad, sin la cual el
futuro queda en entredicho. Las semillas son patrimonio de los pueblos; nos
hemos criado mutuamente y no son entes que flotan en el vacío social. Las
semillas no son cosas, ni mercancías, ni programas de computación. No pueden
circular sin el cuidado y resguardo de pueblos y comunidades, no son un recurso
abierto al primero que acceda a ellas. En otras palabras, las semillas no
pueden ser libres en abstracto. Su libertad sólo es posible gracias a los
pueblos y comunidades que las defienden y mantienen para cuidarlas y gozar de
los bienes que nos brindan.
Paraguay, 17 y 18 de octubre de 2013
Granja Educativa Yvapuruvu, Altos,
Paraguay
Alianza Biodiversidad, Red por una
América Latina Libre de Transgénicos y Campaña Mundial de la Semilla Vía
Campesina
Miembros de la Alianza Biodiversidad:
REDES-Amigos de la Tierra, Uruguay. GRAIN, Chile,
Argentina y México. Grupo ETC México. Campaña Mundial de las Semilla de Vía
Campesina, Chile. Grupo Semillas, Colombia. Acción Ecológica, Ecuador. Red de
Coordinación en Biodiversidad de Costa Rica. Acción por la Biodiversidad,
Argentina. SOBREVIVENCIA, Amigos de la Tierra Paraguay Centro Ecológico,
Brasil. CLOC-Vía Campesina
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