Informe global alerta sobre el riesgo de extinción de un millón de especies

Este lunes se dieron a conocer los resultados del informe IPBES, el primero y más completo informe global sobre el estado de la biodiversidad realizado desde 2005. El documento alerta sobre la situación actual de la vida en el planeta y resalta que tres cuartas partes del medio ambiente terrestre y alrededor del 66% del medio ambiente marino se han alterado considerablemente, poniendo en riesgo a diversas especies, entre ellas, el ser humano. ¡Aquí más detalles!
No hay dos lecturas: la evidencia científica sobre el rápido deterioro de la naturaleza en el mundo, así como de las contribuciones que la biodiversidad entrega a las personas, es irrefutable. Así queda claro tras revisar las conclusiones del Informe de Evaluación Global elaborado por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés).
El informe es un llamado de atención para que los responsables políticos y las empresas tomen medidas decisivas, enfatizando la urgente necesidad de alcanzar en 2020 un nuevo acuerdo para la naturaleza y las personas. Con 1.800 páginas, este histórico reporte presenta el primer panorama completo del estado de la biodiversidad mundial desde 2005, con evidencia proporcionada por 400 expertos de 50 países. El análisis presenta una imagen alarmante de las extinciones de especies, la disminución de la vida silvestre, la pérdida de hábitat y el agotamiento de los servicios de los ecosistemas que son cruciales para nuestro sustento y desarrollo económico.
©Shutterstock
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Entre sus resultados, resalta que tres cuartas partes del medio ambiente terrestre y alrededor del 66% del medio ambiente marino se han alterado considerablemente. Más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75% de los recursos de agua dulce ahora se dedican a la producción agrícola o ganadera, y alrededor de un millón de especies de animales y vegetales están en peligro de extinción, más que nunca en la historia de la humanidad.
El informe también ofrece un estudio exhaustivo de la interrelación entre el cambio climático y la pérdida de la naturaleza. Entre los principales contribuyentes de las alteraciones en los ecosistemas, el cambio climático generado por los seres humanos se identifica entre los impulsores clave que exacerban el impacto de otros que producen cambios en la naturaleza y el bienestar humano.Las emisiones de gases de efecto invernadero se han duplicado, elevando las temperaturas globales promedio en al menos 0.7 grados centígrados, mientras que el promedio global del nivel del mar ha aumentado de 16 a 21 centímetros desde 1900. Estos cambios han contribuido a los impactos generalizados en muchos aspectos de la biodiversidad, incluyendo la distribución de especies.
Bosque patagónico ©Paula Díaz Levi
Bosque patagónico ©Paula Díaz Levi
“Nos enfrentamos a una crisis ambiental. El vínculo entre un sistema climático estable y la protección de la biodiversidad es inequívoco. El informe de la IPBES aclara que el cambio climático es a la vez un factor clave y una creciente amenaza para la degradación de la biodiversidad. Un cambio de la temperatura global a más de 1.5 grados centígrados tendrá consecuencias más catastróficas en la delicada red de la vida de la que dependen la naturaleza y las personas”, señala Manuel Pulgar-Vidal, líder de la práctica energética y climática global de WWF.
Si bien los factores que impulsan la transformación de la biodiversidad –cambio en el uso de suelo y mar, explotación de los organismos, cambio climático, contaminación y especies exóticas invasoras– son los mismos para los distintos continentes y regiones, varían en importancia y predominancia.
En el caso de Sudamérica, por ejemplo, uno de los factores predominantes “ha sido el cambio en el uso del suelo, porque afortunadamente aún tenemos bastantes ecosistemas naturales, pero son esos mismos los que han sido afectados por una economía extractivista, fundamentalmente basada en el reemplazo de estos ecosistemas por actividades que son, económicamente, ‘más beneficiosas’ o rentables, como la agricultura, las plantaciones forestales, la minería y la ganadería”, señala el investigador del IEB, Aníbal Pauchard,  uno de los chilenos que ha colaborado con el organismo para el informe sobre las Américas.
Picaflor de Juan Fernandez ©Héctor Gutiérrez Guzmán
Picaflor de Juan Fernandez ©Héctor Gutiérrez Guzmán
El científico, además advierte que: “En el caso de Chile, este es un deterioro que se ha dado paulatinamente. Es difícil que las personas se den cuenta porque estamos aún en una etapa de degradación constante de los ecosistemas. Todavía tenemos suficientes ecosistemas naturales como para no darnos cuenta de que los estamos perdiendo, a diferencia en Europa que ya casi no tienen”.
Pauchard, quien también es director del Laboratorio de Invasiones Biológicas, agrega que “en el informe se relevan a las especies invasoras entre las causantes importantes de esta declinación de la biodiversidad, y en Chile recién estamos viendo esos impactos. Por eso tenemos que evaluar cómo estamos haciendo el comercio internacional, qué especies estamos trayendo y hacer un análisis de riesgo”.
Uno de los aspectos claves que rescata el informe de IPBES es cómo el creciente declive de la biodiversidad reduce, a su vez, las contribuciones de la naturaleza a las personas, lo que se denomina como “servicios ecosistémicos”. Esto incluye desde el acceso al agua, seguridad alimentaria, hasta elementos más indirectos como la pérdida de diversidad cultural de las comunidades asociadas a un territorio. Además, dentro de los más afectados se encontrarían “las personas con menos recursos, las más pobres de una sociedad, quienes van a ver su calidad de vida más deteriorada, y sus posibilidades de subsistencia más complicadas”.
©Paula Díaz Levi
©Paula Díaz Levi
Esto aumentaría y agudizaría los conflictos socioambientales ante el aumento del valor de los ecosistemas naturales que serían cada vez más escasos. Sin embargo, los expertos aseguran que estamos a tiempo de conservar y restaurar la naturaleza, pero sólo si empezamos desde lo local hasta lo global, con un cambio transformador. Para tal fin, se requiere una reorganización de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos elementos profundos como los paradigmas, objetivos y valores. “Lo que tenemos que hacer es incorporar el costo y el valor de la biodiversidad en nuestra toma de decisiones. No podemos seguir pensando que la biodiversidad, la naturaleza y los servicios ecosistémicos son beneficios que van a estar siempre presentes”, propone Pauchard.
En ese sentido, es necesario dejar la visión de la naturaleza como algo suntuario, adicional o “de documental” para dar paso “a una sociedad en la que consideremos a la biodiversidad como algo esencial para nuestro modelo social, y ese paso no es fácil para el ser humano, no es un paso que sea obvio para la mayoría de las personas.”
Para ello, es fundamental la educación y la toma de decisiones basadas en la ciencia, pensando en el mundo a largo plazo. “Necesitamos tomar decisiones y evaluar cómo va a ser la Tierra en 100 o 200 años, es difícil pero no imposible. Los que trabajamos en esto tenemos el optimismo de que estos cambios se pueden hacer, que nunca es demasiado tarde, y para países como Chile puede ser más complejo porque estamos en una economía tan extractivista que debemos cambiar ese modelo prontamente”, concluye Pauchard.
Por su parte desde WWF destacan el rol que podría jugar la realización de la COP25 en Chile, en donde surge una gran oportunidad para incrementar la ambición de los compromisos climáticos de los países, así como promover soluciones basadas en la naturaleza para hacer frente a la amenaza climática y sus efectos, entre los que aparece el peligro de extinción para diversas especies.
“Es esta misma naturaleza que está sufriendo el cambio climático la que podría ser parte de la solución para combatirlo. Las soluciones basadas en la naturaleza, que incluyen la restauración de ecosistemas degradados, la gestión de áreas protegidas y la infraestructura verde han demostrado una gran efectividad y beneficios adicionales para el desarrollo sostenible. Mantener la biodiversidad es también mantener las opciones para la adaptación al cambio climático. Adicionalmente, los bosques, los océanos y los humedales han demostrado científicamente su enorme capacidad de absorber y retener el dióxido de carbono que está aumentando la temperatura del planeta”, destacó Rodrigo Catalán, director de Conservación de WWF Chile.


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