Los pueblos indígenas defendemos todo México como cuna del maíz
"Todo nuestro territorio nacional es cuna del maíz y por eso no estamos de acuerdo en que ahora quieran inventar que hay regiones en México que son “centros de origen y diversificación” y otras que no lo son."
Durante casi diez años, más de mil comunidades y decenas de organizaciones en 22 estados del país (que se reconocen en la Red en Defensa del Maíz) han declarado, por la vía de los hechos, una moratoria bastante contundente a la invasión del maíz transgénico. Durante esos mismos años, el gobierno y las empresas han intentado imponer a trasmano este maíz GM, y después promulgar leyes nocivas para promover siembras piloto del mismo, más la certificación y privatización de las semillas nativas. Ahora, el gobierno ha propuesto que sólo hay centros de origen del maíz focalizados en el territorio nacional, estableciendo unas zonas llamadas “blancas”, zonas donde o no hay centros de origen según los expertos o donde, por no poder entrar por las difíciles condiciones, asumen que no hay nada. En el fondo, esto quiere maquillar la intención bastante evidente de inundar con transgénicos, o con siembras industriales de toda índole, el espacio que no contiene, según ellos, un centro de origen certificado.
Esto nos plantea una discusión muy trascendente en el país. Para el gobierno, cualquier asunto, proceso, discusión o relaciones que no hayan sido cosificadas mediante una certificación no existen, o son ilegales, “piratas”. Igual ocurre con los llamados centros de origen: donde no haya datos [definidos por sus propios parámetros] de que en una zona hubo un proceso de proliferación o crianza del maíz en sus formas más tempranas (como el teocintle) para ellos es una zona donde abiertamente se puede sembrar lo que se les pegue la gana, porque como dijo Juan Elvira, secretario de Semarnat, “nosotros consideramos que son por lo menos 2 millones de hectáreas en donde se puede sembrar maíz con biotecnología, en donde no hay afectación a nuestras variedades de maíz criollo, en donde la preservación del maíz criollo y de sus ancestros, los teocintles, están completamente preservados bajo un criterio científico”. Y al otro día se retractó.
Quien haya visto la forma tan natural en que la gente de las comunidades intercambia, regala, recibe, o vende y compra semillas o vástagos de su propia cosecha en los momentos de reunión con una soltura ora sí que milenaria, se puede asomar a cómo debieron ser los primeros mercados donde se comía, se celebraba, se discutía, se narraban historias y se intercambiaba todo tipo de alimentos y productos profundizando relaciones comunitarias que siguen vivas; entenderá muy bien que eso que le llamamos maíz no tiene únicamente un sustrato biológico-ecológico. Es menos aceptable incluso que ese sustrato pueda ser algo focalizado cuando que toda la cultura que se crió junto con el maíz se extendió por un vastísimo territorio. Focalizarlo como pretende el gobierno es quererlo fracturar, con fines de control y sojuzgamiento.
Días atrás, organizaciones de siete regiones de Oaxaca emitieron en Tlacolula un importante comunicado que sale al paso de estas pretensiones. Hace diez años que las comunidades que siembran maíz en sistemas complejos como la milpa, saben que para defender el maíz hay que sembrarlo. Para defender la libertad de las semillas hay que seguirlas custodiando e intercambiando. Que la autonomía más primera es sembrar los propios alimentos, y de ahí la defensa integral del territorio se vuelve posible. México entero es centro de origen del maíz. Y a nivel más profundo el maíz es un centro de origen de nuestra cultura mesoamericana. (Ramón Vera Herrera)
Nosotros las campesinas y campesinos indígenas de México conservamos desde hace milenios nuestros diferentes maíces en nuestros territorios y estamos muy conscientes que conservamos y fortalecemos la diversidad de las semillas nativas y toda la diversidad biológica.
Exigimos respeto a nuestras semillas nativas, porque son sagradas. Exigimos que no se realice ninguna certificación de nuestras semillas y rechazamos todas las leyes de semillas que lo que quieren es privatizarlas y, que en los hechos, excluyen la infinidad de variedades que nosotros conservamos.
Protestamos contra las leyes que favorecen y permiten la siembra de semillas transgénicas en el territorio nacional sean piloto, experimentales o comerciales (o cualquier otro nombre que les quieran dar).
Sabemos que con estas semillas de laboratorio se desgastan y pierden nuestras semillas nativas y se perdería nuestra autonomía alimentaria.
Exigimos que se valore y respete nuestra cultura de trabajo y nuestros principios.
Todo nuestro territorio nacional es cuna del maíz y por eso no estamos de acuerdo en que ahora quieran inventar que hay regiones en México que son “centros de origen y diversificación” y otras que no lo son.
Como es sabido, público e histórico a nivel mundial, todo México es centro de origen del maíz, es más, toda Mesoamérica y sus vecindades (que van desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de América del Sur) son el territorio que consideramos como centro de origen. Porque además el maíz nunca ha sido solito. Siempre está en una profunda relación con los pueblos. Hay una comunidad entre las comunidades humanas y la comunidad del maíz con otros cultivos, plantas y animales con los que ha convivido por milenios.
Los criterios gubernamentales que requieren de hallazgos arqueológicos de rastros de maíz para calificar como una zona como centro de origen son insuficientes y sesgados. Si los expertos no encuentran nada dicen “que no hay”, sin tomar en cuenta la memoria histórica y la presencia viva del maíz en todas las regiones de México.
Los expertos que inventaron un mapa de donde sí y donde no es centro de origen lo único que demuestran es su ignorancia.
Las semillas transgénicas son una imposición que no aceptamos. No aceptamos tampoco las leyes contra la biodiversidad.
Exigimos respeto a la diversidad del maíz nativo (que siempre será infinitamente más vasta que la de las empresas) y exigimos respeto a la dignidad de los pueblos indígenas y campesinos.
No todo lo legal es justo. Inventan leyes para favorecer a las empresas en contra de los intereses de los pueblos, pero nosotros los pueblos seguiremos sembrando e intercambiando nuestras semillas nativas sin necesidad de leyes y seguiremos siendo campesinos que defenderemos nuestro maíz nativo hasta las últimas consecuencias.
Comunicado del Festival de Semillas del Centro Ecológico la Primavera de Organizaciones Campesinas, y de la Organización de Agricultores Biológicos, Tlacolula, Oaxaca, 27 de noviembre, 2011
Fuente: Ojarasca
Durante casi diez años, más de mil comunidades y decenas de organizaciones en 22 estados del país (que se reconocen en la Red en Defensa del Maíz) han declarado, por la vía de los hechos, una moratoria bastante contundente a la invasión del maíz transgénico. Durante esos mismos años, el gobierno y las empresas han intentado imponer a trasmano este maíz GM, y después promulgar leyes nocivas para promover siembras piloto del mismo, más la certificación y privatización de las semillas nativas. Ahora, el gobierno ha propuesto que sólo hay centros de origen del maíz focalizados en el territorio nacional, estableciendo unas zonas llamadas “blancas”, zonas donde o no hay centros de origen según los expertos o donde, por no poder entrar por las difíciles condiciones, asumen que no hay nada. En el fondo, esto quiere maquillar la intención bastante evidente de inundar con transgénicos, o con siembras industriales de toda índole, el espacio que no contiene, según ellos, un centro de origen certificado.
Esto nos plantea una discusión muy trascendente en el país. Para el gobierno, cualquier asunto, proceso, discusión o relaciones que no hayan sido cosificadas mediante una certificación no existen, o son ilegales, “piratas”. Igual ocurre con los llamados centros de origen: donde no haya datos [definidos por sus propios parámetros] de que en una zona hubo un proceso de proliferación o crianza del maíz en sus formas más tempranas (como el teocintle) para ellos es una zona donde abiertamente se puede sembrar lo que se les pegue la gana, porque como dijo Juan Elvira, secretario de Semarnat, “nosotros consideramos que son por lo menos 2 millones de hectáreas en donde se puede sembrar maíz con biotecnología, en donde no hay afectación a nuestras variedades de maíz criollo, en donde la preservación del maíz criollo y de sus ancestros, los teocintles, están completamente preservados bajo un criterio científico”. Y al otro día se retractó.
Quien haya visto la forma tan natural en que la gente de las comunidades intercambia, regala, recibe, o vende y compra semillas o vástagos de su propia cosecha en los momentos de reunión con una soltura ora sí que milenaria, se puede asomar a cómo debieron ser los primeros mercados donde se comía, se celebraba, se discutía, se narraban historias y se intercambiaba todo tipo de alimentos y productos profundizando relaciones comunitarias que siguen vivas; entenderá muy bien que eso que le llamamos maíz no tiene únicamente un sustrato biológico-ecológico. Es menos aceptable incluso que ese sustrato pueda ser algo focalizado cuando que toda la cultura que se crió junto con el maíz se extendió por un vastísimo territorio. Focalizarlo como pretende el gobierno es quererlo fracturar, con fines de control y sojuzgamiento.
Días atrás, organizaciones de siete regiones de Oaxaca emitieron en Tlacolula un importante comunicado que sale al paso de estas pretensiones. Hace diez años que las comunidades que siembran maíz en sistemas complejos como la milpa, saben que para defender el maíz hay que sembrarlo. Para defender la libertad de las semillas hay que seguirlas custodiando e intercambiando. Que la autonomía más primera es sembrar los propios alimentos, y de ahí la defensa integral del territorio se vuelve posible. México entero es centro de origen del maíz. Y a nivel más profundo el maíz es un centro de origen de nuestra cultura mesoamericana. (Ramón Vera Herrera)
Nosotros las campesinas y campesinos indígenas de México conservamos desde hace milenios nuestros diferentes maíces en nuestros territorios y estamos muy conscientes que conservamos y fortalecemos la diversidad de las semillas nativas y toda la diversidad biológica.
Exigimos respeto a nuestras semillas nativas, porque son sagradas. Exigimos que no se realice ninguna certificación de nuestras semillas y rechazamos todas las leyes de semillas que lo que quieren es privatizarlas y, que en los hechos, excluyen la infinidad de variedades que nosotros conservamos.
Protestamos contra las leyes que favorecen y permiten la siembra de semillas transgénicas en el territorio nacional sean piloto, experimentales o comerciales (o cualquier otro nombre que les quieran dar).
Sabemos que con estas semillas de laboratorio se desgastan y pierden nuestras semillas nativas y se perdería nuestra autonomía alimentaria.
Exigimos que se valore y respete nuestra cultura de trabajo y nuestros principios.
Todo nuestro territorio nacional es cuna del maíz y por eso no estamos de acuerdo en que ahora quieran inventar que hay regiones en México que son “centros de origen y diversificación” y otras que no lo son.
Como es sabido, público e histórico a nivel mundial, todo México es centro de origen del maíz, es más, toda Mesoamérica y sus vecindades (que van desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de América del Sur) son el territorio que consideramos como centro de origen. Porque además el maíz nunca ha sido solito. Siempre está en una profunda relación con los pueblos. Hay una comunidad entre las comunidades humanas y la comunidad del maíz con otros cultivos, plantas y animales con los que ha convivido por milenios.
Los criterios gubernamentales que requieren de hallazgos arqueológicos de rastros de maíz para calificar como una zona como centro de origen son insuficientes y sesgados. Si los expertos no encuentran nada dicen “que no hay”, sin tomar en cuenta la memoria histórica y la presencia viva del maíz en todas las regiones de México.
Los expertos que inventaron un mapa de donde sí y donde no es centro de origen lo único que demuestran es su ignorancia.
Las semillas transgénicas son una imposición que no aceptamos. No aceptamos tampoco las leyes contra la biodiversidad.
Exigimos respeto a la diversidad del maíz nativo (que siempre será infinitamente más vasta que la de las empresas) y exigimos respeto a la dignidad de los pueblos indígenas y campesinos.
No todo lo legal es justo. Inventan leyes para favorecer a las empresas en contra de los intereses de los pueblos, pero nosotros los pueblos seguiremos sembrando e intercambiando nuestras semillas nativas sin necesidad de leyes y seguiremos siendo campesinos que defenderemos nuestro maíz nativo hasta las últimas consecuencias.
Comunicado del Festival de Semillas del Centro Ecológico la Primavera de Organizaciones Campesinas, y de la Organización de Agricultores Biológicos, Tlacolula, Oaxaca, 27 de noviembre, 2011
Fuente: Ojarasca
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