Agricultura, Desarrollo y Paz en Colombia - Robledo


Agro y proceso de paz en Colombia
Jorge Enrique Robledo, diciembre 7 de 2012
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Empiezo por agradecerles a todos ustedes por estar aquí hoy. A la Pastoral Social y a la Comisión Nacional de Conciliación, mis agradecimientos por su invitación. Espero ser tan riguroso con el tiempo como monseñor Nel Beltrán. Vamos a ver si lo logro.

Lo que voy a plantear es cómo vemos en el Polo Democrático Alternativo el agro nacional. En segundo término, cuál es la política del gobierno del presidente Santos y, en tercer término, en qué puede terminar no solo este tema, sino también el proceso de paz que se está dando, que ojalá termine con éxito.

En el Polo Democrático Alternativo somos amigos de lo que hemos llamada un modelo agrario de tipo dual, de dos tipos. De una parte, campesinos e indígenas prósperos, respaldados por el Estado. Y de la otra, empresarios con obreros agrícolas que disfruten de derechos democráticos; empresarios también prósperos y respaldados por el Estado. Es lo que llamamos en el Polo un modelo agrario de tipo dual. Pensamos que en las condiciones de Colombia pueden coexistir ambos sistemas.

Empieza a haber un debate que se profundiza en estos días y es preguntarse empresarios de qué tamaño. Porque normalmente aquí se había hablado de empresarios comunes y corrientes, pero estamos hablando ahora de empresarios de 30, 40, 50, 100 mil y más hectáreas. Ahí aparece un debate en el propio sector empresarial. Segundo, ¿empresarios nacionales o extranjeros? Y ahí empieza a aparecer otro gran debate. Y tercero, cuando nosotros hablamos de campesinos, hablamos de campesinos libres. Pero empieza a aparecer una tendencia fuerte, que casi que solo acepta a campesinos que sean socios, entre comillas, de poderosos inversionistas, en una especie de semiservidumbre del siglo XXI.

El desastre agrario nacional

Es imposible un desastre mayor que el del agro colombiano. Primero, un problema gravísimo de violencia que dura ya medio siglo. Segundo, unas condiciones de pobreza y de miseria que nos espantan y nos avergüenzan ante el mundo. Tercero, probablemente el mayor grado de concentración de la tierra rural del mundo entero y con tendencia a ir agravándose. En cuarto término, un país inundado de productos agrícolas extranjeros. Estamos importando más de diez millones de toneladas de productos del agro, remplazando trabajo nacional por trabajo extranjero y apenas están empezando los TLC. Ya nos anunciaron que en las próximas semanas van a entrar 250 mil toneladas de arroz.

Lo anterior nos lleva a una situación que es casi increíble. Hay subutilizadas 20 millones de hectáreas de calidad agrícola, que no se sabe qué hacer con ellas. Tenemos un país tan absurdo que le sobra la tierra y le sobran las gentes del campo, porque no se sabe tampoco qué hacer con los campesinos y con los obreros agrícolas. Y le sobra el agua, porque no todos los países del mundo tienen agua suficiente. Digamos entonces que peor, bien difícil.

Santos empeora las cosas

¿Cuál es la política agraria de Santos? La de profundizar todo lo que funciona mal, elevándolo a la enésima potencia. Menciono primero el caso de la restitución, que ha creado una confusión enorme, porque muchos colombianos creen que la única política agraria del presidente Santos es la restitución. Advierto que el Polo está de acuerdo con la restitución. Si votamos por nuestro propio proyecto y no por el del gobierno nacional, fue porque nos parecía que el del gobierno era mediocre. Y no va bien. A estas alturas, prácticamente no se ha restituido nada. Pero repito, somos amigos de la restitución. Al punto al que quiero llegar es a que si la restitución resultara perfecta –y ya está claro que no lo va a ser, porque el gobierno no va a cumplir las metas; es más, ya dice que no tiene metas–, regresaríamos a la situación de 1991, porque la política solo cubre los despojos de 1991 hacia acá. Ahora, en 1991 el agro en Colombia ya era un desastre en concentración de la tierra, en pobreza, etcétera. Tal vez no tuviera las importaciones agrícolas, pero lo demás sí. No va a ser entonces la restitución, aun cuando saliera perfecta, la que va a resolver los gravísimos problemas del agro nacional.

Qué más dice el presidente Santos en política agraria: TLC a la loca. Ya es como una especie de plaga. TLC por todas partes, lo que por supuesto va a seguir agravando las condiciones. En estos días se va a ratificar el firmado con la Unión Europea y deben de estar pensando todos los campesinos de la leche, que son por lo menos 250 ó 300 mil familias, en lo que se les viene encima. ¿Qué más es la política agraria del presidente Santos? El Banco Mundial, la institución que orienta a los gobiernos, en un documento titulado “Colombia, una ventana de oportunidades”, sostiene que ante el TLC con Estados Unidos, hay que pasarles la tierra a los productores más eficientes. Lo que propone el Banco Mundial es que cambiar a los dueños de la tierra, a unos por otros, según ellos, por los más eficientes. Y advierte el Banco que uno de los líos para poder hacer esta transferencia de propiedad es que en Colombia hay mucha informalidad, mucha tierra sin títulos. Luego hay que formalizarlos. Y no olvidemos que la política de restitución tiene como primer paso la formalización de los títulos.

Según el presidente Santos, qué más debe hacerse con el agro. El artículo 63, de los 106 de su Programa de Gobierno, precisa con todas las letras que hay que promover la gran producción agropecuaria. El artículo 69 llama a acabar con la traba burocrática de la UAF, lo que en resumen significa que los baldíos del Estado, diseñados para entregárselos tan solo a pobres del campo, se le traspasarán en adelante a cualquier magnate nacional o extranjero, un cambio de idea absolutamente descomunal. Y con respecto a un artículo de la Ley 160, que presiona que las tierras campesinas originadas en planes del Estado continúen siendo tierras campesinas, la política ahora es que puedan terminar transfiriéndosele a magnates de todo tipo.

Afortunadamente, una demanda que entablamos con el representante Wilson Arias ante la Corte Constitucional hizo que la Corte declarara inconstitucional la reforma. El doctor Juan Camilo Restrepo está de sincopé de lo triste que anda. Nosotros pensamos que fue bien importante. Pero el gobierno nacional no renuncia a la idea. En la Asociación Bancaria, el ministro de Agricultura fue enfático también en señalar que su modelo era el de El Cerrao brasileño, un modelo de gran producción, como todos sabemos. En un acto importante en Barrancabermeja, el Presidente señaló que a los colombianos los iba a sacar de su crisis lo que él llamó mercado de capitales, que no es otra cosa que el negocio entre los banqueros. Y allí fue claro en señalar que había que separar la propiedad del suelo de lo que se pusiera sobre el suelo. Insiste en que quiere campesinos felices, que podrán ser socios, entre comillas, de poderosísimos inversionistas y que podrán trabajar, además, como jornaleros en esas megainversiones. Es, digamos, la presentación amable. Pero aquí lo que hay es otra práctica de despojo de la propiedad campesina. Es más, ya existe la figura y se llama el derecho de superficie. Un campesino el día de mañana podrá ser propietario de su parcela, de su tierra, y lo que haya sobre la tierra ser de un inversionista nacional o extranjero o un banquero o el que sea.

Se va a terminar generando lo que Luis Jorge Garay ha llamado rentismo paupérrimo, que es en lo que puede terminar la restitución, porque cerca del 90% de los campesinos despojados objeto de la restitución no quieren volver a sus lares. Aquí podría suceder que un campesino quede viviendo en cualquier barrio de invasión de Bogotá, mientras que su tierra, por la que recibirá un arrendamiento misérrimo, queda en manos de cualquier inversionista, dueño de lo que haya sobre ella.

Mantengo severas reservas en este asunto de las asociaciones, porque puede haber descomunales condiciones de indefensión de los campesinos frente a los grandes inversionistas. Ya han pasado cosas tan graves como que el director del Incoder hubiera dicho en un programa oficial que los campesinos se tenían que asociar con algún monopolio nacional para producir cacao y que campesino al que no le gustara se tenía que largar.

La última gran política del presidente Santos es la extranjerización de la tierra. Ustedes han visto el debate en el que estamos. Es clarísimo que el presidente y el ministro están a favor de la extranjerización. Y claro, ahí hay un debate de soberanía nacional en lo que tiene que ver con extranjeros, pero les quiero dar otra importante información. El promedio de las fincas en el fenómeno de extranjerización a nivel global es de 40 mil hectáreas. El 25% de dichas fincas superan las 200 mil hectáreas. Y como si fuera poco, los informes del Banco Mundial precisan que apenas el 20% de ellas va a producción, que el 80% se compran por el simple cálculo de la especulación inmobiliaria. Lo que se añade a un fenómeno grave que padecemos en Colombia, y es que buena parte de las tierras agrícolas ya no están destinadas a uso agrícola o ganadero, sino que se tienen como negocios de especulación inmobiliaria. La inversión extranjera puede terminar sumando en esta dirección, lo que sería de una gravedad inaudita. En el debate de la extranjerización hay que incluir el de la concentración de la tierra rural, porque no puede pensarse en extranjerización sin concentración.

La política del presidente Santos incluye una actitud de desdén y desprecio a la producción campesina y empresarial de mediana y pequeña magnitud. Todo tiene detrás un discurso: que el campesino es ineficiente, que no sabe, que no es capaz de ser competitivo a escala global. Y en buena medida, según ellos, tampoco el pequeño y mediano empresario, porque, insisto, la política es la de la concentración.

Hay todos los estudios que queramos en todos los países del mundo para demostrar que es falaz la afirmación de que el campesino es un ser que no puede competir, un ser que no saber hacer las cosas bien. En Brasil una proporción inmensa, no tengo tiempo de dar las cifras, es producción campesina, estrictamente campesina. En Colombia, todavía hoy, la producción campesina aporta más de la mitad del valor que se crea en los campos colombianos. Hoy hay otra nación agrícola, Vietnam, casi toda de producción campesina. Luego la tesis de que hay que dejar a un lado o abandonar o liquidar la economía campesina, y hablo de campesinos libres, para remplazarla por la gran plantación del monopolio, de la trasnacional y, si mucho, con campesinos convertidos en siervos es el gran debate en el que estamos y en el que el gobierno no abriga la razón.

En resumen, diría que peor política agraria, imposible.

Y ojo, si el agro en Colombia no sale adelante tampoco saldrá adelante la ciudad. Es una especie de necedad afirmar que vamos a contar con ciudades de verdad modernas, desarrolladas, que se parezcan a las grandes ciudades de los países exitosos en el desarrollo con un agro como el nuestro. Es imposible. El ejemplo es simple. Si los niños de Bogotá no toman leche, a quién le venden leche o panela los agricultores y los ganaderos de Colombia. Es la situación en la que estamos, peor imposible. El presidente Santos sigue convencido de este programa, es su obsesión. Es más, sostengo que la restitución de tierras es una especie de cortina de humo para que el país no se detenga sobre este asunto.

Agro y proceso de paz

Cómo relacionamos lo anterior con el proceso de paz. Es un punto difícil y pensé si se los traía o no hoy aquí. Pero yo que a ratos corro mis riesgos voy a decir un par de cosas.

Somos partidarios del proceso de paz. El Polo Democrático Alternativo no es amigo de la lucha armada, pero sí de una solución política del conflicto. Hemos dicho que no vamos a estorbar en el proceso, que no vamos a ser un palo en la rueda, que ojalá salga muy bien. No puede haber la menor duda de que lo que voy a decir es franco y no alimenta ningún propósito en contra del proceso.

Creo que los gravísimos problemas del agro nacional no son solubles en un proceso como este. No veo posible que durante ese trámite el gobierno nacional se vaya a mover en lo fundamental de sus convicciones. No creo que suceda. Arreglar el agro nacional requiere profundísimas transformaciones, cambios de tipo estructural que no comparten el presidente Santos y la élite que lo rodea. Ellos nunca han creído en cambios estructurales y están defendiendo puntos de vista distintos. Luego transformar a Colombia nos exige ganar el poder político nacional, nos exige poner en la dirección del Estado a quienes crean en procesos de transformación, que no estoy detallando, pero que se deducen de lo que estoy diciendo. Es posible que haya arreglos de asuntos parciales, pero realmente no puedo ser optimista de que se logre el cambio de fondo que requiere el país. No lo veo como una posibilidad.

Alguien podría replicar que si no se va a poder arreglar el agro, entonces para qué proceso de paz. No comparto esa idea. Con otra advertencia. No va a ser la paz total lo que se pueda lograr, sino que haya varios miles de fusiles menos funcionando en los campos de Colombia. Pero probablemente van a seguir ahí otro poco de factores. El país no se va a volver el paraíso. Pero creo que aun siendo así, vale la pena que el proceso tenga éxito y debemos hacer votos y facilitar las cosas para que culmine con éxito, así no se resuelvan ni todos los problemas del agro, ni todos los problemas del país.

Son tres grandes razones las que hacen valiosísimo que haya varios miles de fusiles menos operando en los campos de Colombia. La primera, bien obvia, que habrá menos violencia. Estoy seguro de que a ningún ser humano le agrada que haya violencia. Segunda, menos costos económicos, sociales, distintos de los de la violencia propiamente dicha. Si esos recursos que hoy de mil maneras se gastan allí terminaran promoviendo el desarrollo nacional, sería una cosa valiosa.

Y tercera, a la que le concedo muchísima importancia, se facilita la lucha política. Llevo toda mi vida bregando a que este sea un país distinto. Considero que si se logra que los fusiles dejen de operar –y ojalá el ELN también entrara en un proceso y avanzara todo lo que se pudiera–, si esos miles de fusiles dejaran de operar estoy seguro de que se facilitaría la lucha social, la lucha democrática, la lucha política, la única con la que podremos transformar un día a Colombia.

Los países cambian no cuando cambian los dirigentes, sino cuando cambian los pueblos. Los dirigentes solemos ser como somos. Los países cambian cuando los pueblos se deciden a cambiar a sus dirigentes. Y este ambiente de violencia, sinónimo de un ambiente de escasa democracia o de mucha antidemocracia, no facilita las luchas sociales y políticas que hay que adelantar para que podamos sacar a este país adelante.

Insisto en que vale la pena que el proceso salga bien, así pueda haber gente que quede con frustraciones pensando que allí no se logró todo lo que había que lograr. Así queden operando estructuralmente muchas cosas que a mí particularmente no me gustan en Colombia. Pero repito, por las razones que he dado, pienso que bien vale la pena que esto salga bien.

Finalmente, terminar llamando a las partes, al gobierno nacional, al presidente Santos y a las Farc, a que sean capaces de resolver las inmensas dificultades que se presentan en un proceso como este. La prueba de la dificultad, de lo lejos que están los unos de los otros, es que se están echando bala. Pero esa es parte de la sabiduría que hay que tener. Esperamos que sean capaces de encontrar los puntos que le permitan a cada una de las partes crear condiciones políticas para que las contradicciones puedan, no desaparecer, porque las diferencias no van a desaparecer, pero sí tramitarse de una manera diferente.

Entonces, el Polo Democrático Alternativo no hará ni dirá nada que pueda obstaculizar ese proceso.

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