Megafusiones: Monsanto,Bayer, Basf, DuPont, Dow, Syngenta, ChemChina

MONSANTO, VORACIDAD INFINITA. MEGAFUSIONES Y AMENAZAS A LA SOBERANÍA ALIMENTARIA


Grupo ETC

Tal y como ETC advirtió por primera vez en mayo del año pasado y de nuevo en febrero de este año, las dos fusiones en puerta entre los Seis Gigantes de los negocios agrícolas harían inevitable una tercera asociación. En los últimos días los medios de comunicación informaron que Monsanto negocia por separado con Bayer y BASF —los dos gigantes alemanes del sector de suministros agrícolas. Y es que mientras los reguladores antimonopolio observan críticamente los acuerdos entre DuPont y Dow, y entre Syngenta y ChemChina, Monsanto necesita urgentemente asociarse con alguien, con la esperanza de que si las autoridades dejan que se lleven a cabo las otras dos mega fusiones ya no podrán negarle a Monsanto la oportunidad de hacer lo mismo.

Si las empresas se salen con la suya, las primeras etapas de la cadena alimentaria industrial (semillas, pesticidas) estarán en manos de sólo tres empresas. Si se consuman los matrimonios Dupont-Dow y Syngenta-Chem China, y Monsanto se fusiona con el área agrícola de Bayer, los tres controlarán más del 65% de las ventas mundiales de pesticidas, y casi el 61% de las ventas comerciales de semillas. Si en vez de eso Monsanto se une con BASF, los Tres Titanes controlarán casi el 61% de los pesticidas y más del 57% de las semillas (ver la gráfica).

De cualquier forma, será inevitable que haya una cuarta jugada. Quien sea que se quede en el altar (Bayer o BASF) tendrá que comprar o vender, dado que no le será posible enfrentarse a los Tres Titanes. Cualquiera de las dos opciones podría ser irresistible para Deere & Co., o cualquier otra de las enormes empresas de maquinaria agrícola, que se encuentran en la mejor posición para dominar todos los suministros agrícolas, desde las semillas y pesticidas hasta los fertilizantes, maquinaria, datos y seguros.

¿Entonces qué? Algunos observadores de la industria se preguntan si esta avalancha de fusiones supondrá una diferencia significativa para un sector que ya está fuertemente concentrado, y en el que los seis Gigantes Genéticos que han dominado el mercado de semillas y pesticidas en la última década ya tienen tantos proyectos en común y acuerdos de intercambio de patentes que ya mantienen un monopolio de facto.

Por otro lado, las organizaciones campesinas y por la agroecología ni compran semillas de estas empresas ni quieren sus pesticidas. Según estimaciones recientes, al menos un 90% de las semillas cultivadas por el campesinado cada año provienen o bien de su propia cosecha o de intercambios con vecinos en mercados locales. Dado que es este campesinado quien alimenta al 70% de la población mundial, podría considerarse que las maquinaciones de las multinacionales no tienen gran importancia.

Motivos para preocuparse: Puede que las semillas comerciales sólo supongan un 10% del suministro de semillas del campesinado, pero las multinacionales son quienes negocian permanentemente con las autoridades. El comercio, las subvenciones, las leyes laborales, las patentes, el uso del suelo, la regulación fitosanitaria, los gastos en infraestructuras y las políticas de mercado se diseñan a medida de los intereses de los grandes agronegocios y los 100 millones de parcelas que dicen son sus clientes. Los 570 millones de familias campesinas que realmente alimentan al mundo sufren las consecuencias de estas políticas sesgadas, no como un ataque directo, sino como daños colaterales. Cuanto más concentrado esté el poder de cabildeo de la agricultura industrial, más destrucción sufrirá la red alimentaria campesina y los sistemas alimentarios agroecológicos.

La amenaza no sólo es la concentración, sino también la integración. Cuando las empresas de pesticidas comenzaron a comprar a las semilleras en los años setenta, al principio negaron que estuviera pasando y más tarde dijeron que esas sinergias resultaban beneficiosas. Cuatro décadas más tarde, las fusiones entre semilleras y empresas de agrotóxicos ha hecho un daño enorme a las actividades públicas de mejoramiento de semillas. Los grandes gigantes de agroquímicos se concentraron en un puñado de cultivos producidos en masa para su comercialización en los mercados mundiales (maíz, soja, algodón, canola) y diseñados fundamentalmente para tolerar sus agrotóxicos patentados. El resultado ha sido un declive general, y en particular en la calidad del fitomejoramiento de variedades convencionales y un notable aumento del uso de agroquímicos. El impacto resulta especialmente devastador para los agricultores que quieren salir de la espiral del uso creciente de pesticidas: no pueden obtener otras semillas y no pueden escapar del reguero de pesticidas de sus vecinos.

Los negocios de venta semillas y pesticidas resultan pequeños al lado de las industrias de fertilizantes y maquinaria agrícola. El coloso de la maquinaria agrícola, Deere & Co., por sí solo, tiene un volumen de ventas equivalente a dos tercios del sector semillero completo. Entre las tres principales empresas de tractores, que se reparten el 49% del mercado mundial, no sería difícil apoderarse de las tres grandes empresas de semillas y pesticidas, produciendo un nivel de concentración aún mayor. Si los reguladores nacionales antimonopolio permiten las tres megafusiones del sector semillas-pesticidas, será difícil parar el efecto bola de nieve hacia las combinaciones con empresas de maquinaria o fertilizantes.

Se puede resistir: Las fusiones que están sobre la mesa no se decidirán en Washington ni en Bruselas, y no ganará el que tenga los abogados más caros. El éxito tiene que ver más con las políticas nacionales y con los beneficios de los accionistas.

Cuatro países (Brasil, China, India y Argentina) representan el 28% del mercado de pesticidas a nivel global. Esta es la parte del mercado que está creciendo. En general, el Sur global es más importante para el futuro del sector que Europa y Norteamérica. Si alguno de esos países bloquean cualquiera de las megafusiones a nivel nacional, los accionistas vetarán las fusiones sin esperar que se haga desde Washington o Bruselas, para evitar la caída de sus acciones. Prácticamente todas las naciones tienen una oficina de competencia o de vigilancia de la inversión extranjera, con derecho a intervenir y bloquear estas fusiones dentro de sus fronteras. Esto puede convertirse en una disputa legal muy complicada o en un acto de conveniencia política. ¿Quién es más probable que gane? Seguramente, los políticos no perderían votos por aparecer enfrentándose a la intromisión de las multinacionales.

Cada país tiene también sus propias empresas nacionales, a las que a sus gobiernos les gustaría ver entrar en el panorama global. Permitir que las megafusiones internacionales operen a nivel nacional perjudicaría a largo plazo las posibilidades de esas empresas de disputar el mercado.

Por otra parte, los oligopolios provocan la suba de precios. A veces esto supone aumentar las subvenciones gubernamentales. En cualquier caso, provocan dificultades y generan inestabilidad política en el panorama rural.

Por último, los sectores altamente concentrados prefieren gastar el dinero en relaciones públicas antes que en investigación y desarrollo. Las mega fusiones matan la innovación. Sencillamente no existe un incentivo comercial para innovar cuando ya se tiene el control del mercado. Para alguien que apoya la agroecología, por supuesto, que una empresa de pesticidas sea innovadora resulta de tanta ayuda como el que una plaga se haga más inteligente. Pero cuanto más grandes se han hecho estas empresas, más han destruido, desplazándola, la investigación pública que realmente resultaba innovadora. Si se bloquean las fusiones, el próximo paso consistiría en reconstruir un sistema de investigación resiliente, orientado fundamentalmente por el campesinado y los productores agroecológicos.

Conclusión: Por interés o por el instinto de autoconservación de los gobiernos nacionales y por la lucha de muchos por la soberanía alimentaria, estas megafusiones están lejos de poder concretarse. En los próximos meses, las manifestaciones políticas (no legalistas) y populares, (de muchos tipos) así como los debates en los medios de comunicación nacionales y con los legisladores de cada país, podrían asestar a los Gigantes Genéticos un golpe que impida estas fusiones. El fondo de la lucha no es evitar las fusiones, sino principalmente avanzar en el camino a terminar con el complejo industrial químico/semillero. La mayor integración de la industria hará que la lucha por la soberanía alimentaria resulte mucho más difícil.

Algunas ideas para avanzar acciones con los reguladores nacionales

Prácticamente todos los países tienen al menos una oficina que examina las fusiones comerciales que pudieran resultar en mercados no competitivos. La mayoría de países tienen también oficinas que vigilan la inversión extranjera o, en especial, las adquisiciones de empresas domésticas por parte de empresas extranjeras. Aunque es importante actuar en todos los países, a continuación se adjuntan datos de contacto para los cuatro países del Sur que suponen el 28% del mercado mundial de semillas.

Fuente: Boletín RALLT No. 653

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