Lo de hoy se parece a lo de ayer....

Álvaro Delgado
Investigador del Cinep

Suena como una acusación temeraria pero, no lo es: los empresarios azucareros del Valle vienen empeñados en acabar con el movimiento sindical azucarero desde los lejanos años 50 del siglo pasado. Entonces, un conflicto caracterizado por la tenacidad y la violencia precipitó la decadencia de la histórica CTC y evidenció las limitaciones políticas de la izquierda colombiana que nunca volvió a recuperar los sindicatos azucareros del Valle del Cauca.

Los años 50, se caracterizaron por la particular fuerza represiva descargada por los gobiernos sobre el Valle del Cauca. En enero de 1959, fue levantado el estado de sitio que sufría el país desde la dictadura de Rojas Pinilla, pero la medida no rigió para el Valle, Cauca, Caldas, Tolima y Huila, donde la violencia era todavía manifiesta. En ese año, según la 6a. Brigada Militar en el Tolima, seguían en pie 37 grupos bandoleros y guerrilleros, con casi 5.000 efectivos totales.
Una consulta a la prensa diaria de esos tiempos nos informa que las cosas de antes no eran tan diferentes de las de hoy. A fines de ese decenio, Cali vivió una situación agitada por invasiones de tierras, bajo la dirección de comunistas y liberales independientes. Un comunicado del gobernador, Alonso Aragón Quintero, afirmaba: "En esta ciudad, a donde se han encaminado muchos antisociales y gentes depravadas, se está librando sorda lucha entre la anarquía y el orden, entre la justicia y las vías de hecho, entre las reglas de una colectividad organizada y el imperio de la violencia y la barbarie".i Entre 1959 y 1961, el Valle fue objeto de planes de violencia política y de reductos bandoleros aún no "desmovilizados", como los de ahora. En el Valle, surgió un "movimiento de salvación" y en el Tolima una "cruzada por la paz". En marzo de 1959, la seccional valluna de Fenalco, en mensaje telegráfico dirigido al presidente, Lleras Camargo, señalaba: "Versiones serias circulan hoy auguran antes diez días iniciarse paro motoristas que coincidirá huelga obreros algunos ingenios y ocupación ciertos predios. De presentarse estos sucesos seguridad ciudadanos fábricas almacenes veríase comprometida pues entrarían operar millares indeseables radicado Cali al ser expulsados norte Valle, Cauca, Tolima y sureste Caldas".ii

Incluso no faltaron los proyectos paramilitares. En respuesta a un grupo de damas de la "sociedad" caleña que pedían protección ciudadana el Presidente envió un sugestivo mensaje: "...estamos creando un cuerpo especial, dependiente de la dirección del Ejército, preparado para estas tareas, con todos los elementos necesarios para efectuarlas, dotado de gran movilidad y elasticidad en sus mandos, integrado por voluntarios que deseen hacer de la carrera de las armas una profesión permanente".iii

La represión a los sindicatos recrudeció durante toda la primera mitad de 1959. En febrero de ese año una asamblea de trabajadores del Ingenio Mayagüez (municipio de Candelaria), convocada para considerar una declaración de huelga, fue dispersada violentamente por funcionarios de la empresa y civiles armados, y el primero de marzo fueron prohibidas las manifestaciones de trabajadores en los departamentos bajo estado de sitio. Tres días después, y para debatir los problemas sociales de la industria azucarera, el gobernador del Valle, Absalón Fernández de Soto, convocó a una mesa redonda con empresarios y trabajadores y ante ella hizo una manifestación extraña en boca de mandatarios colombianos: "...no hay duda de que desde hace varios meses se ha venido presentando una compleja agitación social entre los obreros de la caña (...) no solo por el ambiente de libertad de que ahora gozan los organismos sindicales, sino también, como parte de sus luchas por las reivindicaciones económicas (...) No todos los movimientos obreros pueden atribuirse a un inconfesado deseo de agitar el país y a buscar, en esa forma, el caos y la anarquía. La mayoría, en realidad, corresponde a un claro despertar de la conciencia obrera (...) El deber de ustedes (...) es vigilar por que las relaciones entre patronos y obreros (...) se desarrollen dentro de un ambiente de generosidad y emulación patrióticos".iv El funcionario abogaba por la solución negociada de los conflictos sociales, como lo reconocía El Espectador. Pero, ese mismo día le presentaron su renuncia el alcalde de Cali, Carlos Garcés Córdoba, y los directivos de las Empresas Públicas Municipales de la ciudad, y al día siguiente la crisis se extendió al Gobierno departamental. La mesa de negociación nunca tuvo lugar, porque a los empresarios del azúcar no les pareció simpática la idea.

La oligarquía valluna continuó quejándose del malestar social ante el Gobierno nacional que por boca del representante liberal, Alberto Galindo, había dado a conocer su desacuerdo con la forma como tales empresarios trataban el problema laboral y en concreto la existencia y la acción de los sindicatos. Como producto de su visita al Valle en procura de solución de los conflictos obreros, Galindo dijo en la Cámara: "En el Valle existen casos de la más insensata persecución sindical. Empresarios que despiden a los fundadores del sindicato apenas hablan de formarlo, o apenas se les cumple el plazo presuntivo. Otros que han celebrado pactos de trabajo con sus obreros, negándose a celebrar convenciones colectivas con un sindicato cuya formación impiden arbitrariamente, como si ellos pudieran modificar por pacto la Constitución que garantiza a los trabajadores colombianos su derecho de asociación. Hay empresarios que recurren a todos los artilugios imaginables para desacreditar a los sindicatos. Inclusive tenemos en nuestro poder un escandaloso documento: la carta membreteada con que una empresa remite a su respectivo sindicato, la renuncia de ocho trabajadores a seguir sindicalizados. Y la renuncia que los trabajadores firman está en papel carbón (sic). Es decir que se trata de una circular que se ha estado haciendo firmar por todos los trabajadores". Los patronos represivos, agregó Galindo, "determinan el explosivo clima social que en el Valle se está respirando. Y que naturalmente, tiene su recíproca: en la medida en que los patronos persiguen a los trabajadores sindicalizados, los sindicatos van cayendo fatalmente bajo el control de los extremistas".v

Los sindicatos azucareros estaban, entre tanto, en manos de los empresarios. Manuel Felipe Hurtado, uno de los más controvertidos presidentes de la CTC, surgió a la lucha obrera en el sindicato del Ingenio Riopaila. Era la persona de confianza de los empresarios del azúcar y con su concurso desalojó a sus compañeros de la competencia y ganó la presidencia de Festralva, la Federación Valluna de la CTC. Cuando, en agosto de 1959, estalló una huelga en Riopaila, más de ocho mil trabajadores de once ingenios del Valle y Cauca se lanzaron a un paro en solidaridad con sus compañeros. La huelga azucarera provocó una pugna interna en el seno de la confederación que entonces, era casi omnipresente en esa industria, y su presidente, Víctor Julio Silva, intervino para dispersarla. La CTC tenía entonces dos parlamentarios, Liborio Chica Hincapié y Delio Enciso, y el primero denunció que "los dirigentes de la CTC fueron a Cali acompañados por algunos representantes a conferenciar en la Gobernación con los empresarios azucareros".vi La suerte del movimiento estaba echada y los trabajadores, víctimas de la represión, perdieron la huelga y con ella la estabilidad en el trabajo. Desde entonces, comenzó a imponerse en los ingenios la contratación indirecta que hoy rige para alrededor del 70% de sus trabajadores y para casi la totalidad de los corteros de caña.

Cincuenta años, medio siglo, y todavía un sector decisivo de la economía azucarera, ahora ligada al gran negocio globalizado de los biocombustibles, sigue sumido en la misma pobreza y la misma ira social. Los poderosos empresarios de ayer, gozan hoy de mayores ventajas porque su adorable Presidente, les regaló la extinción del contrato colectivo. El crimen que hoy cerca a Cali, tiene más plata y desbarata las ligaduras sociales con mayor fuerza que antes. La diferencia con el pasado es que hoy la división de los trabajadores no llega en avión desde Bogotá, sino que está incrustada en las empresas azucareras mismas. Los combativos sindicatos de hace medio siglo son hoy enemigos de la protesta social mientras sus compañeros de labor, los corteros, presos en la trampa de las cooperativas de trabajo, siguen sumergidos en las mismas condiciones de antaño. Y para sonrojo de la historia política laboral son precisamente ellos, expresión de los niveles más bajos de la pirámide de la producción, los que hoy llevan en alto la defensa de los derechos de todos los asalariados, y no solamente de los mejor pagados, por cuyas bocas habla el monstruoso negocio del biocombustible. Son campesinos y hacen un oficio devastador para cualquier ser humano, pero, están en el centro del conflicto, no en los tramos terminales de la industria sino en los básicos, capaces de paralizar el flujo del dulce y la marcha de todo el proceso industrial.

Octubre de 2008
i El Tiempo, 8 de diciembre, 1959, p. 14.
ii El Espectador Matinal, 4 de marzo, 1959, p. 15.
iii El Espectador Matinal, 23 de junio, 1959, p. 11.
iv El Tiempo, 4 de marzo, 1959, p. 7.
v El Tiempo, 21 de septiembre, 1960, p. 2.
vi El Tiempo, 2 de septiembre, 1959, p. 23.

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