Región Andina Libre de Transgénicos - CAN

PRONUNCIAMIENTO DE LA UCCSNAL SOBRE LA DECISIÓN ANDINA 1356
A TRAVÉS DE LA CUAL SE DECLARA A LA REGIÓN ANDINA LIBRE DE CULTIVOS Y SEMILLAS TRANSGÉNICAS

En el Parlamento Andino, en abril de 2016, declaró a todo la región libre de cultivos y semillas transgénicas, haciendo un llamado a los países miembros a crear el marco normativo para alcanzar este objetivo, a través de la Decisión 1356
Como era de esperarse, esta Decisión generó una respuesta negativa por parte del sector empresarial[1] y de científicos comprometidos con la industria[2]
Las organizaciones abajo firmantes, queremos felicitar al Parlamento Andino por haber dado un paso de tanta importancia, como es la declaración de la Región Andina libre de cultivos y semillas transgénicas, y hacemos votos porque los gobiernos apliquen los postulados de la misma en sus respectivos países.
La importancia de esta declaración radica en que la Región Andina constituye la zona con uno de los niveles más altos de agrobiodiversidad del planeta, y por lo mismo poseemos el gran potencial de ser un banco genético para todo el planeta y de desarrollar una investigación soberana basada justamente en esa riqueza justamente en esa riqueza, y orientada a resolver los problemas agronómicos y de salud que aquejan a nuestros pueblos.  
Creemos que los países de la Comunidad Andina deben transitar hacia un modelo agrícola más sustentable, basado en la agroecología, en el conocimiento acumulado de las miles de comunidades indígenas y campesinas que han conservado y recreado esa biodiversidad.
Queremos responder a una carta dirigida a ustedes, redactada por un grupo de científicos de la región, quienes solicitan la derogatoria de dicha decisión por falta de rigor científico. Creemos que es importante no asumir como verdaderos los mitos que se han tejido en torno a la defensa de los cultivos transgénicos.
Mito uno: Los transgénicos son necesarios porque incrementan la productividad, y por lo tanto son una respuesta al problema del hambre en el mundo
El problema de falta de alimentos no está relacionado con la baja producción, sino con la forma en cómo está diseñado el sistema agroalimentario mundial, que ha minado los sistemas tradicionales de producción de alimentos, y con ello, la soberanía alimentaria y nutricional de los pueblos.
Contrariamente a lo que se ha planteado como el beneficio central de la tecnología transgénica, la producción basada en transgénicos no tiene mejores rendimientos que la agricultura convencional. La dependencia que se genera respecto de los paquetes tecnológicos que incluyen además semillas con propiedad intelectual, y algunos problemas relacionados con esta tecnología, como el surgimiento de súper- malezas y súper plagas, han generado pérdidas a los agricultores que han adoptado esta tecnología.
En los países del Cono Sur donde se cultiva soja transgénica tiene rendimientos diferentes, siendo los más altos aquellos que se registran en Brasil y Argentina, donde los centros de investigación agrícola nacionales han dedicado muchos años al mejoramiento genético convencional de este cultivo. Por otro lado, los rendimientos de la soja en Ecuador, país libre de transgénicos, son más altos que en Bolivia y Paraguay (2). Otro ejemplo es el de la canola o colza. En Canadá́, (donde se cultiva mayoritariamente semillas transgénica), los rendimientos promedios entre 1986 y 2010 fueron de 1,459 kg/ha. El promedio en Europa Occidental, donde se siembra sólo colza convencional, los rendimientos promedio en el mismo período fueron de 3,188 kg/ha. 
Estos datos indican que los rendimientos no están en función de la transgénesis, ya que los agroecosistemas son complejos y en sus dinámicas intervienen e interactúan múltiples factores.
En cuanto a la productividad de los cultivos, las empresas biotecnológicas utilizan las semillas mejoradas, desarrolladas con métodos convencionales, como base para la ingeniería genética. Y aún así en países se ha registrado que en algunos años, la producción de maíz transgénico en Colombia, (Bt/RR) ha sido muy baja, en algunos casos, la cápsula no abrió bien y la fibra fue muy corta y de poco peso, lo que ha significado grandes pérdidas económicas para el sector algodonero de ese país. Resultados similares se ha registrado en la India.
 Mito dos: con los cultivos transgénico hay una disminución de plaguicidas
 Lejos de disminuir el uso de plaguicidas estos han aumentado, puesto que la mayoría de cultivos transgénicos son resistentes a herbicidas, y principalmente al cuestionado glifosato.
A nivel mundial, el uso de glifosato ha aumentado casi 15 veces desde que se introdujeron en 1996 los cultivos transgénicos tolerantes al glifosato denominados "Roundup Ready". En sólo los últimos 10 años, se han vertido dos tercios del volumen total de glifosato aplicado en los Estados Unidos entre 1974 a 2014. En 2014, los agricultores aplicaron alrededor de 1,0 kg / ha del herbicida, en cada hectárea cultivada en los Estados Unidos
A esto se suma que debido al uso continuo de un mismo herbicida, están surgiendo malas hierbas desarrollan resistencia a los herbicidas polivalentes. En Argentina, Brasil y EE.UU., países en los que hay una gran presencia de cultivos RR de Monsanto, hay nueve tipos de hierba diferentes que han desarrollado resistencia a los herbicidas RR5. Consecuentemente, los agricultores mezclan RR con otros herbicidas y utilizan cantidades cada vez mayores para controlar las malas hierbas.  
Sobre los cultivos resistentes a insectos (cultivos Bt), se ha encontrado que el persistente de un mismo tipo de insecticida (en este caso las toxinas Bt), ha desarrollado insectos resistente, por lo que los agricultores deben usar insecticidas más tóxicos para controlarlos.  Los insecticidas son también necesarios para otros insectos que no son susceptibles a las toxinas Bt, como los pulgones.
Esto ha sucedido en los cultivos de algodón Bt, en Colombia, cuyas toxinas controlan solo algunas plagas de Lepidopteros. En la región Caribe colombiano, la principal plaga del algodón es el picudo (Anthonomus grandis), que no es controlada por el Bt, por lo que para su control los agricultores aplican el 70% de los plaguicidas. En la zona del Tolima, el algodón Bt controla menos del 10% de la plaga Spodoptera por lo cual agricultores tienen que aplicar plaguicidas adicionales para su control. Además han surgido que en ciertas zonas plagas que no eran significativas, como el picudo en la región del Tolima, para cuyo control los agricultores debe hacer hasta seis aplicaciones de insecticidas (López, 2007).
Mito tres: Los transgénicos incrementan el valor nutricional de los alimentos
Hasta el momento, hay cuatro cultivos transgénicos que son cultivados masivamente a nivel global: soya, maíz, algodón y canola; a los que se suman algunos otros cultivos que se siembran a una escala infinitamente menor, como es la remolacha azucarera y la alfalfa. Ninguno de estos cultivos están destinados para el consumo humano directo, todos requieren de una transformación agroindustrial y sus principales consumidores son la industria avícola, porcícola, la ganadería intensiva y la producción de agrocombustibles.
Ninguno de estos cultivos contribuyen a mejorar el valor nutricional de los alimentos, porque los únicos rasgos genéticos que han conseguido posicionarse a nivel comercial son los resistentes a herbicidas, especialmente el glifosato; y los tolerantes a insectos.
Aun cuando se está trabajando en llamados cultivos “biofortificados”, con el financiamiento de la Fundación Gates, no se ha podido demostrar su eficiencia para solucionar los problemas de nutrición de las poblaciones con déficit nutricionales en el Tercer Mundo. Tenemos por ejemplo al llamado arroz dorado que prometió aportar una mayor cantidad de vitamina A y finamente demostró ser un fracaso.
Mito cuadro: no se han comprobado riesgos a la salud
Los científicos que defienden la seguridad de los transgénicos sostienen que se ha encontrado consistentemente que éstos son tan o más seguros que los cultivos obtenidos con cualquier otro método de mejoramiento; que no producen impactos ambientales y que incrementan la biodiversidad global. Pese a ser repetidamente invocadas por los promotores de los transgénicos, estas afirmaciones no cuentan con el respaldo de investigaciones científicas serias, las cuales, por otra parte, nunca son citadas. En contraste con ello, en los últimos años han aumentado las evidencias científicas sustentadas en investigaciones realizadas por científicos independientes sobre los problemas ambientales y en la salud humana que entrañan tanto las prácticas de cultivo como el consumo de alimentos transgénicos (3).
En el análisis de los cultivos transgénicos no podemos dejar de considerar el paquete tecnológico al que vienen indisolublemente asociados estos cultivos.
En la última década, estas poblaciones han visto como su salud se ha deprimido, han aumentado notablemente los casos de cáncer, malformaciones congénitas, daños genéticos, enfermedades autoinmunes, autismo y otros daños a la salud asociados a los insumos y las prácticas que integran el paquete tecnológico con el que se siembran las semillas transgénicas. Resulta claro que para evaluar los impactos de esta tecnología es imposible analizar aisladamente a la semilla transgénica, cuya principal modificación genética es, por ejemplo, hacerla resistente a un herbicida. En el medio ambiente se ha evidenciado que los cuerpos de agua están contaminados, han declinado las poblaciones de especies polinizadoras, así como otras especies benéficas que aseguran la salud de los suelos y la biodiversidad local.
Además, hay millones de hectáreas sembradas con semillas transgénicas que contienen un gen que les permite sintetizar la toxina Bt, un insecticida que se produce en la planta transgénica, incorporado para controlar larvas de algunas lepidópteras que comen los cultivos. Sin embargo se ha demostrado que esta toxina afecta indiscriminadamente a diversas especies de insectos diezmando la biodiversidad y que podría producir daños en la salud humana de quienes están en contacto con éstos (4).
Cada día hay mayores evidencias médicas, científicas y agronómicas que demuestran los impactos, los riesgos e incertidumbres de este modelo irracional de producción, tanto para la salud de los trabajadores rurales, campesinos y campesinas, como para los habitantes de estas zonas rurales y los consumidores de alimentos producidos con esta tecnología. 
En América Latina, los impactos que viven las comunidades rurales asentadas en las zonas de influencia de las zonas fumigadas son indudables.
Mito cinco: Los transgénicos solucionarán el problema del Cambio Climático
A medida que el agro debe enfrentar los problemas relacionados con el cambio climático, se propone que los transgénicos pueden ser una solución. La resistencia a la sequía depende del metabolismo de la planta. En contraste con otros cultivos transgénicos que se encuentran en el mercado, como los resistentes a los insectos y los tolerantes a los herbicidas; la tolerancia a la sequía requiere de la interacción de muchos genes. Y la ingeniería genética puede manipular sólo unos pocos genes a la vez. Sin embargo, incluso si la ingeniería genética mejora la tolerancia a la sequía de los cultivos, puede que no sea suficiente para reducir sustancialmente las pérdidas de cosechas en el mundo real, donde la sequía puede variar en severidad y duración.
Para atacar al cambio climático es necesario primero abordar sus causas, y buscar soluciones en alternativas sustentables, como sostiene la Vía Campesina Internacional, que señala al sistema agrícola-alimentario industrial y al modelo agroexportador que se impone en el mundo, como una grave causa de la contaminación que cambia el clima y propone a la agricultura campesina como una forma de enfriar al Planeta.
Las organizaciones firmantes creemos que en aplicación del Principio de Precaución, debe mantenerse y hacerse operativa la Decisión 1356 en beneficio de los Pueblos de la Región Andina y de su biodiversidad.

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