China Dijo No al Arroz Transgénico

Greenpeace celebra que China finalmente le dijo NO al arroz transgénico

1 febrero, 2012
China, 1 de febrero de 2012. Después de siete años de arduo trabajo de equipos de activistas y el apoyo de muchísimos seguidores, en septiembre de 2011 el gobierno chino finalmente anunció que suspendería la comercialización de arroz transgénico.



Los orígenes del cultivo de arroz pueden rastrearse a los valles del río Yangtsé de China, hace unos 7.000 años. De un tiempo a esta parte, el arroz se convirtió en una parte fundamental de la vida y la cultura chinas. Rige la vida de millones de granjeros en los campos chinos, alimenta a más de mil millones de ciudadanos chinos cada año y es sinónimo de la cocina y la cultura chinas. Y en Yunnan, al sudoeste de China, es donde se cultiva la mayor parte del arroz.

En 2004, la campaña de la organización contra del arroz transgénico fue una de las primeras de un nuevo equipo que estaba armándose en China. El director de campañas de Greenpeace para el Este Asiático, Sze Pang Cheung, recuerda esos días con una sonrisa: “Lanzamos la campaña con una gira en colectivo de cinco días en Guangzhou”, cuenta. “En realidad era más bien una camioneta, y ni siquiera era nuestra. Nos la prestó otra organización ambientalista”.

En octubre de 2004, Sze Pang Cheung y su equipo fueron a Yunnan donde varios locales usan métodos de cultivo tradicionales y sustentables. Les entregaron cámaras a los granjeros para que filmaran sus vidas marcadas por el arroz, incluyendo la utilización de patos en los arrozales, que se comen las pestes y fertilizan los campos, técnica que se viene utilizando desde hace 2.000 años.

La gira fue tan exitosa que las cámaras se dejaron durante un año y se lanzó un hermoso libro con las imágenes registradas. Pero justo cuando estaban por dirigirse al sur, el equipo recibió malas noticias; un grupo de científicos chinos aplicó a una licencia para vender cuatro variedades de arroz transgénico. Si bien eso no significaba que se fuese a comercializar el arroz inmediatamente, sí era un claro paso hacia esa dirección.




No cabía duda de que era una pelea importante. Así que cuando el equipo volvió de los campos de arroz, se dedicaron a la campaña. Primero desentrañaron la compleja red de actores involucrados en la puja por la comercialización.

“Para que un científico tenga un alto nivel de credibilidad necesita mantenerse al margen de los cuerpos de aprobación y de la industria. Pero en China, los científicos que desarrollaron el arroz transgénico son un grupo tan pequeño que aquellas personas que aprueban las becas de investigación, o los que aprueban productos en las juntas de bioseguridad, o los investigadores y las empresas son siempre los mismos o están muy relacionados”, explica Sze Pang Cheung. Estos descubrimientos fueron entregados a la prensa.

La red de engaños se publicó en Southern Weekend, un periódico de Guangdong. “Después de ese artículo, los científicos y expertos en arroz transgénico recibieron tantas llamadas que apagaron sus teléfonos durante tres meses”, agrega. Isabelle Miester, nacida de Suiza, era una experimentada activista cuando se sumó al equipo chino en 2005. “

Es más fácil atacar a una corporación por sus métodos sucios o sus productos”, explica.“¿Pero qué se hace cuando los malos son científicos de instituciones públicas o integrantes de juntas del gobierno? Los científicos deberían ser neutrales. No deberían ser a los que tenemos que atacar, así que esto fue todo un shock para mí”.

Isabelle decidió usar un método de campaña con características chinas: China es un país donde el dinero habla, el patriotismo es muy importante y la gente se toma la comida en serio. Así que la campaña se enfocó en el hecho de que el arroz transgénico era una amenaza para la soberanía gastronómica.

Un grupo de empresas multinacionales – y no los agricultores chinos – desean hacer fortunas con la comercialización de arroz transgénico. Para finales de 2009 parecía inevitable que la mayoría del arroz producido en China fuese transgénico. Tiempo después de haberlo hecho, el gobierno anunció que había aprobado dos variedades de arroz transgénico a pesar de no tener certificados de bioseguridad en su momento.

Los políticos chinos comenzaron a tener dudas sobre la modificación genética, seguidos por varias celebridades chinas, incluida la hija de Mao Tse Tung, y el padre del arroz híbrido de China, Yuan Longping.

Varios académicos chinos firmaron un petitorio en contra del arroz transgénico y lo enviaron al parlamento. “La presión sobre el ministerio de agricultura fue tan fuerte que tuvo que anunciar que no se aprobó ninguna variedad de arroz transgénico y que éste seguía siento ilegal”, explica Isabelle.

El momento era perfecto para una campaña a gran escala en contra del arroz transgénico. El equipo expuso al gigante estadounidense Walmart por vender arroz transgénico en China y le inició acciones legales. El equipo también repartió guías de compra a medio millón de consumidores chinos a través de internet y los teléfonos celulares. El público chino se sumó a la campaña, llamando a las empresas exigiéndoles que dejaran de vender arroz transgénico.

La activista de Greenpeace Lorena Luo nunca olvidará a una lectora tan devota que se ofreció a comparar todas las marcas en su supermercado local usando la guía de Greenpeace. La mujer, después, se ocupó de llamar a todas las marcas de la lista roja y les dijo que como consumidora deseaba que dejaran de vender arroz transgénico. Demostró una perseverancia que estuvo a la altura de muchos activistas.

El arroz transgénico pasó a las primeras planas; la televisión, las revistas, los diarios y las páginas de Internet se sumaron al debate. Isabelle se pidió a su equipo que contactaran a las empresas para que asumieran el compromiso público de dejar de fabricar arroz transgénico. Dos grandes corporaciones, Cofco y Yhai Kerry aceptaron y varios supermercados se comprometieron a no usar ingredientes transgénicos en sus propias marcas y a vender sólo frutas, verduras y granos frescos.

Y entonces, en septiembre de 2011, llegó la gran noticia que todos esperábamos. La mayor revista económica de China, el Economic Observer, citó una fuente cercana al ministerio de agricultura que decía que China había suspendido la venta de arroz transgénico.

Si bien la lucha todavía no se terminó – todavía es necesario que el gobierno chino revalúe sus inversiones en productos transgénicos y se enfoque en la agricultura sustentable – no cabe duda de que la campaña que llevó siete años de trabajo duro fue todo un éxito.

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