Lo sucedido con el algodón ha sido la “crónica de una muerte anunciada”

A pesar del fracaso vivido por los algodoneros de Córdoba y Tolima en los años 2008 y 2009, por el pésimo resultado de la siembra con semillas modificadas genéticamente (MG), y por lo cual resultó multada la empresa Monsato, proveedora de la semilla DP 164 B2R, muchos agricultores siguieron utilizando este tipo de semillas. De esta manera, el viejo adagio al perro solo lo capan una vez, parece que no había sido aplicado por los algodoneros del país.

Sin embargo, actualmente, los agricultores de Córdoba quieren volver a utilizar las semillas comerciales convencionales. Paradójicamente, muchos de ellos se ven obligados a seguir comprando semillas transgénicas, atrapados por las estrategias de multinacionales como Monsanto, las cuales retiraron del mercado las semillas convencionales –producidas por estas mismas empresas- obligando a los agricultores a comprar únicamente semillas GM. De esta manera, se les ofrece a los agricultores una supuesta semilla ‘mejorada’, junto con un paquete tecnológico que, al final, enriquece a las multinacionales y lleva a la ruina en a los agricultores, como lo vimos con el algodón a finales de la década del 2000.

Esperemos que esta triste historia que le ha ocurrido a los algodoneros no se repita con los millones de agricultores de maíz en el país, puesto que en varias regiones productores del cereal se muestran entusiasmados por la supuesta rentabilidad de los transgénicos, y se niegan a mirar los impactos ambientales que puede generar dicha tecnología. Máxime, cuando las variedades de maíz criollo pueden verse contaminadas por estas semillas modificadas genéticamente, y perderse así una fuente de diversidad biológica importante y de economía campesina tradicional.


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